martes, 29 de diciembre de 2009

Como los güeones

Una de las expresiones que se utilizan a diario en el difícil arte de convencer (y sobre todo de convencer sin esfuerzo) es la expresión “como los güeones”. Si un par de sujetos va por la calle y uno quiere convencer a otro de irse en micro, le dice “¡que nos vamos a ir a pata como los güeones!”. Con eso la discusión queda usualmente zanjada. Porque el otro piensa “En realidad poh. Y yo no quiero parecer güeón”. La base del argumento es colgarse del temor del otro, del temor casi enfermizo que tienen algunos a ser no solo “güeón”, sino que “como los güeones”, una tribu enorme y homogénea de sujetos quizá babeantes como Ungenio González y que, en el colegio, reciben el rechazo generalizado. Y él no quiere ser rechazado. “es muy charcha estar solo” finaliza mentalmente y se sube a la micro.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La feria de la población

Lo que sorprende a diario es la infinita capacidad que tienen los pobres de sobrevivir, porque, después de todo, jubilaciones que implican ingresos de 100 lucas en un hogar ( o incluso menos) se ven como presupuestos que llevan no a la pobreza sino al hambre y luego a la muerte. Pero ocurre un fenómeno curioso: en las poblaciones todo es más barato. El pan es más barato, el gas es más barato, la parafina es más barata, la margarina es más barata, etc. Esto ocurre porque los distribuidores de mercancía entre los pobres (los dueños de los “negocios”, del bazar, etc) son pobres o ex - pobres de tal forma que el margen de ganancia deseado es menor. De esta forma, se pueden comprar películas a 500 pesos en la feria y uno dirá: ese sujeto paga 100 pesos por el DVD virgen y gasta 300 en el proceso de producción. O sea, gana 100 pesos por película. Si vende 100 en un día de feria (una cantidad grande, sin duda) está ganando 10 lucas diarias. No parece un ingreso muy impresionante. ¿Y porqué no los vende a 1000, como es lo que ocurre en el centro? Lo que pasa es que el nicho de venta es la propia población y nadie pagaría luca por una película. Lo mismo ocurre con ropa que se compra en las ferias a precios ridículos: 300 pesos por una polera, etc.

Conclusión, el pobre sobrevive porque, por suerte, existe este mercado informal que es la feria de la población donde se gasta muchísimo menos. Luego de constatar este hecho, me viene a la mente la parábola de Yisuscrais acerca de la multiplicación de los panes. Lo que puedo decir al respecto es que como el sujeto tenía a los pobres como mercado objetivo, los panes “se le multiplicaron” de manera muy natural. No habría ocurrido lo mismo si la repartición hubiera sido en la clase media o en un ABC1. Lo sabe cualquier economista: si se trata de repartir 10 lucas, lo mejor es hacerlo entre los pobres porque además se recibirá agradecimiento. Ya me imagino entregándole luca a un tipo de clase media C2. No me extrañaría que te la devolviera como una ofensa.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Películas Flaites: Ciudad de Dios

La violencia puede llegar a extremos inauditos. La violencia puede llegar a mezclarse con el humor. Todos esos elementos se observan en la película “Ciudad de Dios”. No es nada agradable ver a esos sujetos recorrer su territorio disparando y matando gente. En una guerra desatada y sin cuartel. A veces me pongo a pensar que esas guerras internas se producen por exceso socialización. Los aislados no andan en esos juegos. Importante culpa la del hacinamiento.

Pienso también en los fabricantes de armas. Los fabricantes de armas quieren vender su producto a toda costa. ¿Para qué? Para adquirir poder. Pinochet era de esa clase de maleantes. Usualmente el buen vendedor de armas le vende a ambos bandos. El buen vendedor de armas no tiene escrúpulos. No deja de ser asombroso: el vendedor de armas está vendiendo la posibilidad de la muerte. El vendedor de armas está entregado una especie de colador que deja vivos a los más fuertes o a los más atinados en la guerra de la sobrevivencia. Cuando se inicia una guerra campal como la que muestra la película “ciudad de dios” se sabe que morirán casi todos. De todas formas todos, o casi todos, están dispuestos a entrar en la guerra. Están dispuestos a morir. Desde un punto de vista vital ¿por qué se arriesga el pellejo en algo tan rotundamente mortal? De todas formas, el colador evolutivo es feroz. Casi ninguno sobrevive como individuo y, lo peor, tampoco sobrevive genéticamente. ¿Será la misma lógica en nuestras poblaciones chilenas?. Tarea para más rato. Por mientras evite regalar juguetes bélicos esta navidad aunque su niño se lo exija a gritos.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Vivir con los proletas

La inmovilidad social tiene otro elemento que podríamos calificar de característico: las clases semejantes viven juntas, de tal forma que los pobres viven con los pobres, los ricos con los ricos, las clases medias con las clases medias, etc. Todo ordenado. Según entiendo, esto no ocurre así en países como Brasil donde se supone que es posible ver una mansión al lado de una casa humilde. Según entiendo eso era también la situación en los días anteriores a Pinochet.

Por otra parte, en el ramo de economía (en la Universidad de Chile) me hicieron una pseudo demostración matemática de cómo baja el precio de una vivienda cuando existe una externalidad negativa, como un foco de contaminación o una población pobre en medio de un barrio de ricos. Algo así debe haber calculado la comunidad ecológica de Peñalolén cuando se les puso al lado “la toma”. Pusieron el grito en el cielo porque se les desvalorizaría el terreno. Recordar que bastantes actores de la tele, específicamente del canal 7, viven en esa comunidad.

Es cruel la situación que describo anteriormente. Pero los ejemplos no paran. Por eso no es de extrañar que, por lo general, los profesionales se van a vivir a barrios de profesionales como Los leones o La reina o Ñuñoa o Lastarria, etc. Irse a comunas periféricas o a un cité medio abandonado les parece la desvalorización misma y quizá, una falta de respeto (a sí mismo). Yo elegí un cité para vivir y más de alguna vez me han dicho que me cambie de barrio, o ex pololas me han presionado para marchar a mejores aires, más acordes con la posición de “profesional” que se ocupa.

Pues bien, si los ricos y los profesionales se desvalorizan cuando se les pone un pobre al lado, yo postulo que el barrio proleta se valoriza con un profesional al lado. Pero eso también es discutible. Las valorizaciones siempre son mutuas cuando hay un mínimo de intercambio cultural.

martes, 25 de agosto de 2009

La Sandía

Para el pueblo siguen rigiendo ciertos patrones machistas en la conducta y cuando esos patrones machistas no pueden ser llevados a cabo se generan extrañas y grandes frustraciones. Y las frustraciones son otro de los grandes temas del pueblo. Un gran tema que requiere su desarrollo especial, así que lo dejaremos aquí de momento.

Me quiero detener, sin embargo, en un acápite singularísimo del machismo: el corte de la sandía, interpretable como un símbolo de poder machista. En una ocasión vi una foto (creo que en la revista Análisis o en la revista Apsi) donde salía un guatón, con la panza al aire, echado en una silla de playa, afuera de lo que parecía ser su casa, con un trozo de sandía en la mano. Atrás de él estaba su mujer y sus chiquillos. Todos tenían trozos de sandía en sus manos, pero el que poseía el trozo sin duda más grande era el jefe de la familia: se había autoasignado la mitad de la sandía. A mí me parece una costumbre a tener en cuenta. He consultado entre mis amigos flaites y me dicen que “partir la sandía” tiene una importancia ritual. El que da los dones es el padre de la familia. Por lo tanto, sería una falta de respeto que el hijo parta la sandía. A no ser que se convierta en el jefe de familia, por su ausencia. ¿Por qué esta importancia ritual se le asigna a la sandía y no a otras frutas?. La razón es obvia: no se come sandía solo. Cuando se come sandía en la casa del hogar “proletario” todos comen y es un momento de unión para las familias. ¿Hay otras actividades que se hagan en comunidad? Parte de la investigación.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La flojera del pobre

Mucho se ha insistido en que los pobres lo son porque son flojos. Afirmación que desmiento categóricamente: muchos hijos de clases acomodadas se la pasan el tiempo haciendo nada y, sin embargo, heredarán la clase; cuando lo haga se dirá que “sentaron cabeza”. Por otro lado, se sabe que el pobre trabaja más. Las jornadas suelen ser más largas y con menos motivaciones, en ambientes más hostiles, etc. Entonces, si la flojera no tiene nada que ver con la clase social entonces ¿porqué se propagó este prejuicio?. No me es posible saberlo con los conocimientos de que dispongo actualmente, pero aventuro una teoría: la frase ni siquiera es de origen chileno. Lo más seguro es que la trajeran los conquistadores europeos. Antes de la llegada de los españoles, los indígenas se comportaban como lo haría cualquier sociedad de la edad de piedra. Recordemos que los mapuches, por ejemplo, no conocían el metal ni la rueda. Y a pesar de eso pudieron mantener a raya, sucesivamente a Incas y Españoles. Lo que se sabe de esas sociedades es que poseían vidas altamente ritualizadas, en las cuales, el tiempo dedicado al trabajo “productivo” no era tan extenso como el de hoy. En algunos textos relativos a sociedades “pre agrícolas” he leído cifras cercanas al 5% para el tiempo dedicado a conseguir sustento. Los mapuches eran una sociedad intermedia: algunos alimentos se conseguían por cultivo, pero una parte no menor era conseguida mediante recolección. En conclusión, al conquistador español le pareció difícil utilizar mapuches en las labores de las encomiendas. La conclusión del encomendero fue que los mapuches eran flojos. Y preferían utilizar elementos más dóciles, como yanaconas incas, diaguitas, atacamenños, aimaraes, etc. Todos los pueblos anteriores obtenían su sustento principalmente de la agricultura, de tal forma que sabían lo que significaba el trabajo duro con jornadas largas.

Como he explicado anteriormente, el pobre actual se configura con la descendencia del elemento indígena original. Las clases acomodadas, en tanto, se constituyen como los descendientes del conquistador y las sucesivas inmigraciones (alemanes, vascos, croatas, etc) que dicho sea de paso, se fraguaron como política colonial, y como política de la república, después. Las razones para la inmigración tienen que ver justamente con conseguir “recursos humanos” de mejor calidad, es decir, brazos más fuertes para el trabajo. Junto con decir que los pobres eran flojos, se decía que la raza era la mala. Para Pérez Rosales, por ejemplo, traer alemanes era una medida de economía racial.

Por lo tanto, mi sensación es que la costumbre ancestral de la vida ritualizada y el mínimo de trabajo para conseguir el sustento fueron considerados signos de flojera por los primeros conquistadores. Esta opinión fue transmitida de generación en generación por la elite, alcanzando sus grados de mayor popularidad, como idea, en los tiempos auge de las ideas racistas. Me refiero al periodo parlamentario básicamente. Frases como “los pobres son pobres, porque son flojos” ya no se suelen escuchar con tanta frecuencia porque estamos en el ámbito de lo políticamente correcto. Sin embargo, una capa importante de piñeristas RN lo cree sin decirlo. Y eso le hace bastante mal al país, porque se desperdicia talento. Sospecho que empezaremos a escuchar cosas así en los años que vienen.

martes, 4 de agosto de 2009

Libros flaites: ser niño huacho en la historia de Chile, por Gabriel Salazar.

La obra de Salazar posee un carácter marcadamente abajista, si se usa la expresión en boga. Los personajes que analiza o que “historiza” son aquellos que la historia usual no incluye. De esta forma reconstruye lo que algunos llaman “la verdadera historia de chile”, nombre discutible dado que una no es más verdadera que la otra. Ambas han ocurrido. Simplemente, se trata de una mirada necesaria y que no se había hecho por una cuestión de prejuicios morales.

Dentro de los personajes que Salazar estudia y categoriza, se encuentra el guacho. La palabra guacho se cree que viene del quechua y su significado es, simplemente, “solo”. Para el público extranjero que lea esta columna, explico que guacho es aquel niño que nace o fuera del matrimonio o sin padre conocido y, por lo tanto, viene a ser lo que se conoce como un hijo ilegítimo.

La palabra guacho fue, por muchos años, un insulto. Era equivalente a “roto”. El hijo del roto era el guacho. Sin embargo, con el correr del tiempo adquirió otras connotaciones. Una curiosa tiene que ver con lo erótico. Se habla de la “guachita” como objeto de deseo, aunque su uso en la actualidad está bastante en retirada. Actualmente es corriente entre las clases populares despedirse con un “chao mi guacho”, sin connotación sexual ni ofensiva. Es una expresión que he oído bastante en la construcción.

Salazar, por su parte, en su libro “ser niño guacho en la historia de Chile”, muestra como el niño guacho se convierte en quien perpetúa la pobreza. Las estrategias que a lo largo del siglo XIX usa la mujer y los niños para sobrevivir a una sociedad semifeudal son prohibidas o muy limitadas por la autoridad. Los padres son seres ausentes o sometidos. Por supuesto, se trata de una estrategia para reducir la autoestima por parte de las clases acomodadas y, con eso, mantener el control del país. La educación no se encuentra extendida y, por supuesto, no es incentivada por el gobierno. Para los hacendados no necesario que sus inquilinos se eduquen. Mucho peor para ellos es que los peones se eduquen. De esta forma, el mundo de las poblaciones es un reflejo de esa historia y de ese proceso del siglo XIX.

jueves, 2 de julio de 2009

Algunos personajes flaites

Dentro del mundo de los flaites hay diversos personajes. No he explicado aún con claridad el punto, pero puedo indicar que los flaites se hayan fuertemente influidos por la cultura carcelaria y, entre ellos, muchas veces un ex reo adquiere caracteres heroicos. Esta fascinación por la delincuencia no solo se da entre la gente más humilde. Los literatos chilenos sienten también una admiración por los delincuentes. El caso más paradigmático es Eloy. Pero no me extenderé demasiado en este punto. Da para otro artículo.

El punto es la diversa variedad de flaites que se pueden hallar. Algunos personajes son muy respetados, como el choro. O temidos, como el narco. Están también los desleales, como el sapo, o los más tontos, es decir los giles. Están, también, la gran variedad de adictos: el volaito, el angustiao (angurri, empastado, etc), el ñoquero, etc. Hay ejecutantes de diversos oficios, como el monrero, el lanza, el que llora la carta, etc. El hombre adinerado será “de monéa”.

De esta forma se configura un universo completo de historias, vivencias, formas de ganarse la vida, formas de sobrevivir, etc. Ya las contaré. Espérelas.

viernes, 26 de junio de 2009

Algunas palabras flaites de origen argentino

Muchas palabras flaites provienen de allende los andes. Hay dos motivos claros. Por un lado, el flaite adquiere, como cualquier chileno, un prestigio enorme entre sus pares cuando sale del país. El flaite sale por dos motivos fundamentales: uno es para iniciar su carrera de delincuente internacional, lo que lo puede llevar a la cana en el vecino país, pero por lo menos se relaciona con sus pares argentinos y de ellos adquiere modismos. Por otro lado, el flaite viaja para apoyar a su equipo de fútbol. En general el equipo es Colo Colo, pero también hay flaites de la U. En estos viajes, casi iniciáticos, adquiere conocimientos lingüísticos que después difumina entre sus pares.

Una de las palabras que han venido de Argentina, desde muy antiguo, es bacan. Pero el flaite chileno no pronuncia “bacan”, sino más bien “bacam”. El significado es simple: algo bacam es algo bueno. Otra expresión: “al peo” o “al puro peo”. Los argentinos dicen algo semejante: “al pedo” o “ni en pedo”. “Al peo” quiere decir algo hecho de manera improvisada y sin ninguna preparación. Antiguamente se usaba “al lote” a “a la rápida”. “Ni en pedo”, en tanto, puede significar algo “no visto”.

“Al toque” también es argentinismo. No olvidar tampoco el argentinismo “la concha de la lora” ni la expresión “el orto” o “como el orto”. Todas ellas de amplio uso entre las capas populares. También debemos recordar el argentinismo “mina” para referirse a una mujer. Una palabra de amplia difusión en los ochentas, a tal punto de llegar a designar una marca de chicle, es la palabra grosso. Todos los anteriores con larga historia en el “coa” argentino: el lunfardo.
Sin duda la palabra de más honda caladura en el lenguaje del hampa ha sido el término argentino para referirse a los recintos penitenciarios. Me refiero a la palabra cana. En Chile se le ha hecho un curioso derivado. Se habla de “ir a Canada” para referirse a viajes al presidio.

jueves, 4 de junio de 2009

Político de oscuro origen, un Camilo Escalona cualquiera

Honorables parlamentarios, señor Presidente del Senado, culiaos toos: he tenido la suerte de acudir a esta sesión con el pulento objetivo, de contarles en que consiste el proyecto que propone mi cagá de partido, una manga de giles retovaos. No es que yo crea que mi partido no tenga el mérito suficiente para promover iniciativas de esta naturaleza; no, los tiene, pero no puedo negar que somos un partido pequeño y lleno de agüeonaos.

Nuestro proyecto pretende establecer las bases para una futura institucionalidad cultural, una volaita en la que todos hemos estado con cuática en mas de una ocasión. Les recuerdo que ya en el año 70 se quería ponerle patitas al asunto. Le dimos color su resto pero no pasa naipe aún. Pero antes ¿por qué no se sacan uno? Para que vayamos armando un proyecto con real visión de futuro y no se transforme en solo palabras lo que debieran ser hechos concretos.

“Te voi a chantarte un puro cornete en lo’cico” fue la evasiva respuesta del señor Presidente del Senado ante nuestra propuesta de un cambio de prioridades en la agenda. Ahí el jote puso las cartas sobre la mesa y nos hablamos con franqueza. “Agárrate teste. Conchetumadre”, le espeté con la pasión que mis años en la política han formado. “Lorea el longi alzao”, me respondió. Comprendí, de pronto, que nuestro proyecto cultural era como el loly y que lo iban a aprobar el día de la callampa. Carecía de la fuerza necesaria y de convicciones más profundas. Fueron necesarias agotadoras discusiones de base, convocar a empleados, obreros, al campesinado proletario, a la mujer explotada, al profesor primario, al estudiante de ideales claros. Esta vez nadie podía quedar fuera, ni los flaites ni los choros ni lo’longi. Es este pluralismo el que nos ha hecho fuertes y no lo abandonaremos ni lo abandonamos en la redacción desta locurita hemmano. Creo, honorables diputados y senadores, que su lenguaje es, en términos legales, muy preciso: no sobra ni una coma. Solicito suma urgencia: póngale güendi. Es todo lo que tengo que decir al güeonaje de la sala, gracias.

lunes, 18 de mayo de 2009

Casting Flaite

Cuando se escucha por radio o televisión la imitación que se hace a los flaites o a gente con cultura carcelaria, la imitación siempre es poco creíble. Los imitadores no son flaites. Son gente con estudios, con una buena temporada en alguna escuela de teatro. Físicamente no tienen ninguna semejanza con un flaite. Por eso propongo que cuando se hagan comerciales de flaites se haga el casting entre flaites auténticos, no entre actores. ¿Cómo será tal cosa? Una fila larga de gente que no va a querer respetar la fila, una fila larga de gente que tendrá escupideras a los lados porque escupirán en cualquier momento, probablemente se generen peleas en la fila por ver quien es más choro, etc.

¿Cómo será el proceso de selección? Concedamos que sea el director el encargado de elegir. No será fácil la elección porque el director no será flaite y escogerá, entre tantos, no al que le parezca más creíble (todos lo serán igualmente) si no al que le parezca con el carácter más adecuado para el papel. Extraña consecuencia: la credibilidad dejará de ser un factor. Aparecerá la personalidad. El flaite tendrá derecho a ser un mundo interno y no una cosa plana, instintiva y sin matices.

El director se transformará en una voz autorizada al respecto. Lo llamarán de diversos programas de la tele para que de su opinión.

jueves, 23 de abril de 2009

Casos problemáticos de relación flaite-cuica

Dentro de la historia de la criminalidad nacional, esa que califica para casos de repercusión nacional, se encuentran varios protagonizados por flaites y cuicos, al mismo tiempo. Esto no es raro para el flaite, considerando que existe una convivencia cercana entre el flaite y el delito. Nombro algunos: el Caso Spiniak, el Caso del Tila y el caso de Hans Pozo.

Claudio Spiniak era un empresario, ex dueño de Té Club, que posteriormente se dedicó al rubro gimnasios desde donde dirigía y financiaba toda una red de prostitución homosexual. El caso, además de involucrar políticos, involucraba flaites. Ellos proveían el servicio a Spiniak. En general adolescentes reclutados entre estación Mapocho y Plaza de Armas. Llama la atención la mirada que Spiniak tenía de los flaites. En alguna entrevista decía “yo soy un artista maldito, un perdedor, soy el Bukovski chileno”. Es decir, Spiniak se consideraba un abajista, una variedad de Joaquín Edwards Bello, una variedad perversa. No debemos olvidar que Spiniak también escribía.

El Tila, por su parte, era un flaite. Su afición era robar en casas de ricos. El tila había sido violado a los dos años, fumaba pasta, había estado en todos los programas de rehabilitación del gobierno, había ganado algunos concursos escolares de pintura y poesía. Se veía a sí mismo como un artista. Por supuesto, no solo robaba cuando entraba a las casas de ricos. También violaba a las mujeres que encontrara. El “golpe” más famoso fue el que realizó a una familia creo que de Vitacura. Se quedó durante un día completo. En ese departamento comió, vio tele, violó a las mujeres (la madre y la hija), durmió, se puso la ropa del dueño de casa (que no estaba y no sabría del hecho hasta después de lo ocurrido), habló por teléfono, se puso los perfumes, etc. Resumiendo: el Tila se fue a vivir como un rico durante un día. Un mundo que no era el suyo pero que fue a tomar por asalto. La tortura era parte de su mensaje.

El caso de Hans Pozo es diferente. La historia contiene un arribista, militante UDI y pequeño empresario que vive en una comuna pobre, pero que oculta una relación homosexual con un pendejo pastero al que paga sus servicios. Cuando el pendejo se escapa de control lo asesina y luego lo troza, repartiendo sus restos por varios puntos de Santiago.

¿Qué tienen en común todas estas historias? Las dos primeras tienen una relación estrecha: revelan el problemático encuentro cultural que se produce entre los flaites y los cuicos. En el fondo son relaciones entre ricos y pobres en el contexto de un país con gran desigualdad social: la consecuencia es un desconocimiento brutal del “otro”. La última historia puede que sea una versión irónica: uno de los integrantes quiere ser cuico (es un empresario, de tendencia conservadora) pero no lo consigue aún. Hans Pozo era un obstáculo en este deseo.

lunes, 13 de abril de 2009

La tele

La tele posee varios atributos que pueden ser interesantes. Pero debe decirse, además, que el número de atributos es grande y los teóricos profesionales no se cansan en la búsqueda de más consecuencias de este aparato sin duda fascinante. Parte de la fascinación proviene del hecho de ser un objeto de la “modernidad” que ha develado motivaciones ocultas del hombre, motivaciones que no sé si se habían mostrado en otras épocas.

Lo claro es que el hombre, después de verse a sí mismo y a otros sujetos, embobados frente a la pantalla, pierde un poco de la fe que se tenía en los siglos anteriores. Ya nadie se atreve a definir a la ligera al hombre. No se trataría de un animal racional.

Había un escritor de los 80 que escribió un libro sobre el tema de la tele que se hizo célebre. Era lo más “culto” que podía darse durante la oscuridad del régimen. Me refiero a “La cultura huachaca”, de Pablo Hunneus, donde atribuía al mestizaje “imperfecto” el origen de varios de nuestros males y en particular el hecho de ser buenos para la tele. Pero ¿y los gringos?. Un gringo viendo tele de manera estúpida, un gringo “no mestizo”, un gringo WASP, es un clásico en la actualidad. No solo “los Simpson” lo han revelado. Por supuesto, otro fracaso de los intentos racistas de explicar el comportamiento del chileno. Si es que “la raza es la mala”, entonces, todas las razas son igualmente malas. Y no digamos que los chilenos lo hacemos tan mal como nos quieren hacer creer los derechistas de Chile.

miércoles, 8 de abril de 2009

Cultura de flaites y cultura de cuicos

No vamos a decir que los cuicos son cultos, pero si podemos decir algo bastante claro: tienen acceso a un tipo de cultura que conduce a la obtención de dinero. Los flaites tienen también su cultura, pero tiene mas elementos que conducen al riesgo. El cuico no es un ser que arriesgue en la vida. Un choque en moto le lleva a la clínica, a costosas operaciones, kinesiólogos y al final está jugando rugby de nuevo. El flaite, con accidentes menos graves que un choque en moto queda cojo y menos productivo de por vida.

Pero al origen de todo está la cultura. La cultura que conduce al éxito y la cultura que conduce al fracaso. Los países anglo poseían culturas que llevaron al éxito, los indígenas americanos poseían culturas que conducían al fracaso económico y político. Eso no tiene nada que ver con el otro problema, con cual cultura se es más feliz o se tiene una vida más armónica y más sana. A mi juicio las culturas americanas eran más armónicas, pero eso mismo las hizo (las hace) blanco fácil de culturas desquiciadas como la europea y anglo de los siglos XV al XXI.

Los flaites actuales son el residuo de la cultura indígena original.

viernes, 27 de marzo de 2009

El Cervantes (o Lazarillo de Tormes) que nos falta

Debo insistir con la tesis lingüística fundamental: el idioma popular es el auténtico idioma nacional. Esto lo digo porque Chile (y toda Latinoamérica) es un lugar cuyos estratos más populares son mestizos, por lo tanto el idioma popular es un idioma mestizo. En ese léxico el mestizaje continúa, con las aportaciones que aparecen continuamente de otras lenguas. Todos los idiomas merecen su Cervantes, un autor que construya la lengua y la fije para siempre en un papel. Por supuesto, en ese momento surge la academia que defiende el buen decir del idioma, generando el conservadurismo lingüístico. Algo de eso ya he tratado en otros artículos anteriores. Nuestro idioma mestizo quizá espera su Cervantes o su Lazarillo de Tormes, más bien, un tipo que construya una obra grandiosa y de calidad, que pueda reflejar exactamente lo que ocurre en el Chile verdadero, aquel que se construye todos lo días, por el que se levanta temprano, no a usufructuar de un apellido rancio, sino que de la capacidad de sobrevivencia. Eso que lo chileneros llaman “la viveza del chileno” y lo que los más elitistas llaman “la enfermante improvisación del chileno”. Porque todo eso, como en la corteza de un árbol, va quedando reflejado en el idioma. Es un material valioso, que está ahí, un material que debe ser rescatado. El que desee ser ese Cervantes (o ese Lazarillo) debe trabajar mucho y muy duro. En esa tarea han avanzado bastante más los argentinos, por lo menos la expresión “el idioma de los argentinos” no es una figura mítica, descabellada, sin intentos de construcción. Es una expresión que ha generado polémica. Dentro de los polemistas se encuentran Borges, Sábato y Cortazar. En cambio “el idioma de los chilenos” no significa nada, está carente de significado aún.

De todas formas la obra que propongo es de una ambición tremenda. Quizá tendríamos que esperar sentados a que una obra así sea escrita algún día, sobre todo en los tiempos que corren. Es más lógico esperarla de los hispanos de USA. De hecho algunas obras se oyen desde allá. Junot y el mismísimo Bolaño con 2666.

martes, 17 de marzo de 2009

El librito de las tribus urbanas

Se ha hablado con alguna regularidad de los flaites en los medios. Existe un medio bastante conocido que difunde la forma de expresarse y la lógica del flaite: la cuarta. Algún escritor o antropólogo ha intentado también la tarea, concentrándose en alguno de los ámbitos de acción del flaite, como es el estadio.

Ahora último salió un libro que, se supone, describe el lenguaje de las tribus urbanas. Al ver algunas de sus páginas, simplemente dan ganas de lanzarlo a la basura. No sé como se ajustará a las demás tribus, pero en lo que concierne a los flaites, el tratamiento es completamente alejado de la realidad.

Lo primero es que los flaites no han sido jamás una tribu urbana: no hay una estética asociada en la misma forma en que existe en un gótico, en un emo o un visual. Por otro lado, y más importante que lo anterior, el lenguaje del flaite no es una adopción o un código rebuscado, inventado hace uno o dos años, ni tampoco requiere aprendizaje. El flaite habla como habla desde que escucha sus primeras palabras; su familia es flaite, su entorno es flaite, sus amigos son flaites, sus compañeros de colegio, incluso sus profesores llegan a serlo. Es decir, el lenguaje del flaite no tiene nada que ver con el lenguaje de ningún grupete que sigue modas importadas de Japón o USA. El idioma flaite es hablado por gran parte de la población pobre en Chile. Es raro que una cuestión tan evidente no haya sido notada por el editor de la “pulenta” editorial donde esta minita cuica ha publicado su libro. La explicación es clara: la minita ni los editores intelectualoides se ha paseado por una población y, mucho menos, tienen amigos de alguna población. Están hablando, básicamente, de algo que no conocen.

Para aclarar lo que digo, basta con mirar su “diccionario” de palabras flaites. Están “socio”, “dar jugo”, warrior, al toque, etc. Todas esas expresiones son usadas por la mitad de los chilenos y ninguno las usa por un deseo adolescente de provocar. Tampoco ha sido un conjunto de modismos aprendidos a la fuerza. Es decir, claramente la autora mezcla “peras con manzanas”. De esta manera, yo llamaría a no comprarlo en castigo por no hacer un trabajo serio.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Algunas palabras flaites de origen judicial

Algunas palabras flaites tienen su origen en la legalidad. Por ejemplo la palabra cuática, terciar, etc. Es fácil imaginar un traspaso directo desde la jerga del poder judicial hasta el preso, vía gendarmes, actuarios y abogados “practicantes”. Las palabras debieron aparecer en la mente del recluso como las palabras aceptadas y cultas. Estas palabras aceptadas fueron divulgadas entre la población, cuando los reclusos salieron en libertad. Los reclusos siempre han tenido un cierto prestigio en las poblaciones. Los que estuvieron en la cárcel tienen admiradores o detractores de manera fanática, sin términos medios. Los admiradores difunden las nuevas palabras entre los que se han mantenido neutrales, los admiradores difunden palabras que significan también una forma de homenaje y una forma de apropiarse del prestigio del “maestro”.

Recuerdo un término de origen judicial: “tener ficha”. Para tener prestigio, hay que tener ficha. Se refiere, obviamente a “estar fichado”. Una, más antigua, ochentera, es “tocar el piano”. Solo tienen prestigio aquellos que “le tocaron el piano”. Se refiere al tecleo de las máquinas de escribir, herramienta indispensable de cualquier actuario. Debemos recordar que el “coa” chileno sufre constantes modificaciones. Es más, el actuario dejó de existir con el nuevo sistema penal.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Tribus cazadoras en la actualidad

Aun existen tribus cazadoras, con lógica y estrategias de cazadores, pero su afán no son las gacelas. Me refiero a los cogoteros y cuando uno pasa lo persiguen en grupo por la calle. Uno huye, pero ellos van detrás, disfrazados y armados. El disfraz es el requerido para la cacería: los colores y el aspecto del héroe de la tribu: Gokú, estilo japan animé.

Cuando el hombre gacela, sedentario y recolector, no puede correr más, el cazador ataca y se lleva lo que considera el mejor filete: el reloj, la mochila o el celular.

Incluso existen carroñeros: ladrones que quitan la carne de peor calidad, rechazada por los primeros atacantes: los calcetines, los pantalones, el chaleco.

Cazadores de esta índole han existido siempre: salteadores de caminos, bárbaros dedicados al saqueo y el pillaje, Vándalos cruzando media Europa romana, Vikingos, Piratas, Hunos que atacan precedidos por las ratas. Toda clase de nómades bien armados. No crean que los van a eliminar con un programa que acaban de diseñar sentados en el water de la moneda o en el water de la UDI. No señores, para eso tendrían que reescribir la historia universal desde el principio.

jueves, 22 de enero de 2009

Modismos de Origen Flaite: Es lo que hay

Hasta hace un tiempo se utiliza la expresión “es lo que hay” en los medios. De hecho: existe un programa de radio con eso nombre. La utilización que se le da es posmoderna y bastante cuica, por lo demás. En el uso posmoderno, a mi me pareció una expresión reciente. Estuve haciendo averiguaciones. Comprendí que, otra vez, se trataba de una expresión muy antigua y con un origen proletario. Me recordaron que lo solían decir las abuelas, o madres, a los niños que no se conformaban con comer pan con margarina, y querían algo “más rico”. A uno le decían: “es lo que hay, no más”. Recordé que también yo la escuché de niño. La información que se le entregaba a uno era muy amplia y estaba resumida en el modismo. Veamos:

1. Por un lado, estaba la resignación. Te estaban diciendo “resígnate”.
2. Por otro lado, se apelaba a la hombría y a la capacidad de sobrevivencia. Con eso te estaban diciendo “aguanta”.
3. La abuela o madre te estaba diciendo que le molestaba tu inconformismo.

Es curiosa la tríada: resignación- aguante – Ira. Por supuesto, el apelar a la resignación tiene un efecto importantísimo. El niño proletario debe acostumbrarse desde siempre que su destino es ese y por lo tanto, no se puede estar deseando leseras. Hay que evitar desear. En ese sentido, el proleta es casi un budista Zen: se conforma con poco, no lucha demasiado porque no tiene demasiadas ambiciones, con el resultado que no sufre tanto ante la frustración. Al principio se aguanta los deseos, luego, con el tiempo, empieza a quedarse sin deseos.

Es curioso que la expresión la haya reflotado la masa universitaria, o la intelectualidad posmoderna, que no necesariamente se ha tenido que resignar en la niñez. Pero en la adultez y juventud, si. Se ha tenido que resignar a la falta de talento, o a la falta de cualidades. Se supone que es una forma graciosa de aceptar que se es un don Nadie. Pues bien: el efecto sobre la clase media posmoderna será el mismo que sobre el proletario. Le hará desaparecer el deseo y las ambiciones. ¿Es bueno o malo esto? El tiempo lo dirá, todo dependerá del país que surja de esto.

martes, 13 de enero de 2009

El asistencialismo en "Viridiana", de Buñuel

Se supone que el asistencialismo es una especie de solución a la pobreza, dada por cierta vertiente católica. El asistencialismo se basa en la debilidad intrínseca del otro, como hipótesis de fondo. Pero eso no es así. El otro quizá puede ser más débil en el entramado de la sociedad completa, pero eso no quiere decir que sea débil dentro de la sociedad de parias (mendigos, inmigrantes, flaites, etc). Puede que sea el líder. Y si en una de las prácticas asistencialistas se le ha faltado el respeto al líder (en alguna sutil forma que el asistente desconoce) no le queda otra opción al “paria líder” que actuar de manera violenta con quien le da la ayuda. Está obligado por las reglas internas de la comunidad de parias. De lo contrario, su liderazgo está en juego. No sé si los asistencialistas realmente comprenden que podrían estar frente al peligro debido a este efecto.

La solución consiste en no asignar una debilidad intrínseca al pobre. Se requeriría una forma más democrática de acercarse. Una forma que tenga más relación “humana” entre los sujetos y con eso me refiero a una cierta consideración de igualdad. En rigor, no es que lo esté pidiendo yo. En rigor es una solicitud de los humanistas, desde muy antiguo. Lamentablemente, no es posible satisfacer la solicitud de buenas a primeras por una razón muy simple: la ambición. Me refiero a la ambición en un sentido amplio. El ambicioso, por definición, quiere “ser más”. Eso implica una cierta disconformidad con su estado, al que considera un estadio que debe dejar. Por lo tanto, en la base de la ambición existe una categorización social entre los que “son menos” y los que “son más”. Por supuesto, la ambición no es una cuestión de otro planeta o dictada por el otro mundo. Es algo que se halla en la mente de todos los seres vivos. Hay una cierta disconformidad esencial con el “estado actual”. No es algo que le pase a todos, le pasa solo a algunos. La estructura de la ambición es bastante geometrizable: el ambicioso está aquí, pero quiere estar allá. El allá lo considera (quizá luego de qué evaluaciones) un lugar mejor que el acá. Eso lo hace usar energía para realizar ese tránsito. Finalmente cuando llega al allá, si le alcanza la energía, puede desear moverse de nuevo. Esta ambición esencial del ser humano lo ha llevado a sobrevivir en situaciones de crisis, a salir de atolladeros. El ser humano, enfrentado, por ejemplo, a la aridez de su entorno ha optado constantemente por quedarse o por moverse.

Existen argumentos desde la biología que pueden justificar la ambición. Esto, de inmediato introduce una división social: por un lado están los que se quedaron “en” lo peor y los que habitan “en” lo mejor, los humanos del nuevo entorno del ambicioso. De esta forma, el que ambicionó puede desear volver al punto de origen a “ayudar” y en ese sentido se está empezando a ser asistencialista: se entrega un regalo, sin esperar nada a cambio, sin proponer la simetría en el regalo, y con eso se fomentan los primeros mendigos. Los que viven del regalo de otros.

Este es un punto importante y que no debe ser pasado por alto. Desde Levy-Strauss que el regalo es un elemento importante en las relaciones humanas. El regalo es la entrega, pero siempre se espera algo a cambio. Esta simetría es esencial en el concepto de regalo. Es esencial en el “empate” que observó Levy-Strauss en las sociedades frías.

Todo lo anterior me surge como corolario de la película “Viridiana” de Buñuel. La película trata, entre muchos temas, sobre las relaciones entre un grupo de mendigos y una mujer que los asiste desde la caridad cristiana. El asistencialismo es total. En una escena de la película se hace un poco la analogía, pero es muy fugaz. En ese asistencialismo es clave el hecho de considerar a los mendigos “pobres” (o “pobrecitos”, más bien) y débiles. Ellos juegan también ese papel en sus formas de ser y en su teatro: actuar de débiles es parte del oficio. Para la protagonista la realidad se vuelve muy dura cuando descubre que sus mendigos no son “pobrecitos” sino que pueden fácilmente llegar al crimen. Una criminalidad dirigida a ella misma, a la “santa” que “ayuda” desinteresadamente a los pobres.

miércoles, 7 de enero de 2009

La Zona, una película de flaites y cuicos

Hay películas que a uno lo dejan mal en el sentido que presentan una realidad tan fuerte y cruda que la única salida que nos queda, como espectadores, es largarnos a llorar. Una de estas películas es “La zona”. Ignoro currículo pero ocurre en México. Nos muestra la realidad de un ghetto acomodado mexicano que se haya rodeado de marginalidad. El nombre que se eligió para este ghetto recuerda pasmosamente esa metáfora de Tarkovski, “Stalker”, esa pura abstracción. En la película “La zona” el ghetto (una isla dentro de otro territorio, una topología conjuntista) adquiere realidad: un grupo de profesionales acomodados vive en medio de la miseria y se protege de ella con altísimos muros, cámaras, perros y una organización jerárquica y fascista en su interior. Ocurre lo de siempre: la miseria quiere entrar a quedarse con un poco de esa riqueza y, por cierto, se trata de una aventura peligrosa en que se puede perder la vida.

No voy a contar el final de la película. La película es buena y eso quiere decir, en particular, que es instructiva. Pero una clave daré: las relaciones entre flaites y cuicos (esa relación inexistente que cuando ocurre produce siempre algún tipo de shock) se presentan de manera descarnada e imposible. Pero hay una esperanza de comunicación: es un “testimonio” en video que deja uno de los flaites.
Si se la encuentra véala, no puede faltar en la videoteca un flaite que se precie.