martes, 25 de agosto de 2009

La Sandía

Para el pueblo siguen rigiendo ciertos patrones machistas en la conducta y cuando esos patrones machistas no pueden ser llevados a cabo se generan extrañas y grandes frustraciones. Y las frustraciones son otro de los grandes temas del pueblo. Un gran tema que requiere su desarrollo especial, así que lo dejaremos aquí de momento.

Me quiero detener, sin embargo, en un acápite singularísimo del machismo: el corte de la sandía, interpretable como un símbolo de poder machista. En una ocasión vi una foto (creo que en la revista Análisis o en la revista Apsi) donde salía un guatón, con la panza al aire, echado en una silla de playa, afuera de lo que parecía ser su casa, con un trozo de sandía en la mano. Atrás de él estaba su mujer y sus chiquillos. Todos tenían trozos de sandía en sus manos, pero el que poseía el trozo sin duda más grande era el jefe de la familia: se había autoasignado la mitad de la sandía. A mí me parece una costumbre a tener en cuenta. He consultado entre mis amigos flaites y me dicen que “partir la sandía” tiene una importancia ritual. El que da los dones es el padre de la familia. Por lo tanto, sería una falta de respeto que el hijo parta la sandía. A no ser que se convierta en el jefe de familia, por su ausencia. ¿Por qué esta importancia ritual se le asigna a la sandía y no a otras frutas?. La razón es obvia: no se come sandía solo. Cuando se come sandía en la casa del hogar “proletario” todos comen y es un momento de unión para las familias. ¿Hay otras actividades que se hagan en comunidad? Parte de la investigación.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La flojera del pobre

Mucho se ha insistido en que los pobres lo son porque son flojos. Afirmación que desmiento categóricamente: muchos hijos de clases acomodadas se la pasan el tiempo haciendo nada y, sin embargo, heredarán la clase; cuando lo haga se dirá que “sentaron cabeza”. Por otro lado, se sabe que el pobre trabaja más. Las jornadas suelen ser más largas y con menos motivaciones, en ambientes más hostiles, etc. Entonces, si la flojera no tiene nada que ver con la clase social entonces ¿porqué se propagó este prejuicio?. No me es posible saberlo con los conocimientos de que dispongo actualmente, pero aventuro una teoría: la frase ni siquiera es de origen chileno. Lo más seguro es que la trajeran los conquistadores europeos. Antes de la llegada de los españoles, los indígenas se comportaban como lo haría cualquier sociedad de la edad de piedra. Recordemos que los mapuches, por ejemplo, no conocían el metal ni la rueda. Y a pesar de eso pudieron mantener a raya, sucesivamente a Incas y Españoles. Lo que se sabe de esas sociedades es que poseían vidas altamente ritualizadas, en las cuales, el tiempo dedicado al trabajo “productivo” no era tan extenso como el de hoy. En algunos textos relativos a sociedades “pre agrícolas” he leído cifras cercanas al 5% para el tiempo dedicado a conseguir sustento. Los mapuches eran una sociedad intermedia: algunos alimentos se conseguían por cultivo, pero una parte no menor era conseguida mediante recolección. En conclusión, al conquistador español le pareció difícil utilizar mapuches en las labores de las encomiendas. La conclusión del encomendero fue que los mapuches eran flojos. Y preferían utilizar elementos más dóciles, como yanaconas incas, diaguitas, atacamenños, aimaraes, etc. Todos los pueblos anteriores obtenían su sustento principalmente de la agricultura, de tal forma que sabían lo que significaba el trabajo duro con jornadas largas.

Como he explicado anteriormente, el pobre actual se configura con la descendencia del elemento indígena original. Las clases acomodadas, en tanto, se constituyen como los descendientes del conquistador y las sucesivas inmigraciones (alemanes, vascos, croatas, etc) que dicho sea de paso, se fraguaron como política colonial, y como política de la república, después. Las razones para la inmigración tienen que ver justamente con conseguir “recursos humanos” de mejor calidad, es decir, brazos más fuertes para el trabajo. Junto con decir que los pobres eran flojos, se decía que la raza era la mala. Para Pérez Rosales, por ejemplo, traer alemanes era una medida de economía racial.

Por lo tanto, mi sensación es que la costumbre ancestral de la vida ritualizada y el mínimo de trabajo para conseguir el sustento fueron considerados signos de flojera por los primeros conquistadores. Esta opinión fue transmitida de generación en generación por la elite, alcanzando sus grados de mayor popularidad, como idea, en los tiempos auge de las ideas racistas. Me refiero al periodo parlamentario básicamente. Frases como “los pobres son pobres, porque son flojos” ya no se suelen escuchar con tanta frecuencia porque estamos en el ámbito de lo políticamente correcto. Sin embargo, una capa importante de piñeristas RN lo cree sin decirlo. Y eso le hace bastante mal al país, porque se desperdicia talento. Sospecho que empezaremos a escuchar cosas así en los años que vienen.

martes, 4 de agosto de 2009

Libros flaites: ser niño huacho en la historia de Chile, por Gabriel Salazar.

La obra de Salazar posee un carácter marcadamente abajista, si se usa la expresión en boga. Los personajes que analiza o que “historiza” son aquellos que la historia usual no incluye. De esta forma reconstruye lo que algunos llaman “la verdadera historia de chile”, nombre discutible dado que una no es más verdadera que la otra. Ambas han ocurrido. Simplemente, se trata de una mirada necesaria y que no se había hecho por una cuestión de prejuicios morales.

Dentro de los personajes que Salazar estudia y categoriza, se encuentra el guacho. La palabra guacho se cree que viene del quechua y su significado es, simplemente, “solo”. Para el público extranjero que lea esta columna, explico que guacho es aquel niño que nace o fuera del matrimonio o sin padre conocido y, por lo tanto, viene a ser lo que se conoce como un hijo ilegítimo.

La palabra guacho fue, por muchos años, un insulto. Era equivalente a “roto”. El hijo del roto era el guacho. Sin embargo, con el correr del tiempo adquirió otras connotaciones. Una curiosa tiene que ver con lo erótico. Se habla de la “guachita” como objeto de deseo, aunque su uso en la actualidad está bastante en retirada. Actualmente es corriente entre las clases populares despedirse con un “chao mi guacho”, sin connotación sexual ni ofensiva. Es una expresión que he oído bastante en la construcción.

Salazar, por su parte, en su libro “ser niño guacho en la historia de Chile”, muestra como el niño guacho se convierte en quien perpetúa la pobreza. Las estrategias que a lo largo del siglo XIX usa la mujer y los niños para sobrevivir a una sociedad semifeudal son prohibidas o muy limitadas por la autoridad. Los padres son seres ausentes o sometidos. Por supuesto, se trata de una estrategia para reducir la autoestima por parte de las clases acomodadas y, con eso, mantener el control del país. La educación no se encuentra extendida y, por supuesto, no es incentivada por el gobierno. Para los hacendados no necesario que sus inquilinos se eduquen. Mucho peor para ellos es que los peones se eduquen. De esta forma, el mundo de las poblaciones es un reflejo de esa historia y de ese proceso del siglo XIX.