viernes, 26 de diciembre de 2008

Crónica jureliana: una historia del jurel

El jurel posee, en Chile, una historia notable que alguien más letrado que yo debiera alguna vez sacar adelante. De todas formas haré un intento somero. Dicen que antiguamente el jurel no se consideraba para consumo humano y que solo se le destinaba para fabricar harina de pescado. Alguna empresa (quizá San José) se le ocurrió, a finales de los sesenta, envasarlo en lata. Como en aquella época el único pescado que se enlataba cocido a altas temperaturas era el Salmon, se le colocó una etiqueta que ahora se ha vuelto célebre: Jurel tipo Salmón. Y cuyo significado era: Jurel envasado y tratado al modo del salmón.

El asunto adquirió un extraño derrotero, básicamente porque el jurel en tarro era barato y abundante. Se transformó en el preferido de las clases populares, quienes le empezaron a llamar “Salmón”. Las “canastas navideñas” que entregaban a los trabajadores siempre incluían un tarro de jurel, junto con una caja de vino. La clase media, en tanto, consumía el jurel cuando estaba apretada de fondos y parece que siempre lo hizo con vergüenza. Las niñas más pituquitas no querían por ningún motivo el jurel en su mesa y el aroma fuerte del jurel se les hacía el olor de la pobreza. La denominación de Salmón era un eufemismo que ocultaba al jurel. Apareció otro eufemismo que aún se mantiene: pescado. También se ha usado llamarle atún. El eufemismo salmón, en tanto, sufrió un duro golpe. En los 90, con la discusión que pretendía averiguar si Chile era jaguar, tigre o gato, la frase “jurel tipo salmón” se convirtió en el símbolo de los ocultamientos nacionales. Incluso se escribió un libro (levemente irónico, es decir, un libro de ironías clichés) que tuvo excelentes ventas. Hasta que la autoridad prohibió la utilización de la frase en el tarro.

Por mi parte considero que el jurel es un pescado muy noble, que ha sido parte de mi dieta básica de toda la vida. Con un tarro de jurel (300 pesos en mis épocas de estudiante) me alcanzaba para almorzar, tomar once y cenar. Por eso el otro día quedé impactado cuando compré uno en el supermercado: casi mil pesos cuesta actualmente un tarro, viene en una linda etiqueta azul, donde sale una niña con cara de cuica. Ahora el jurel es mucho más escaso debido a la pesca de arrastre de los consorcios pesqueros. La niña cuica en la etiqueta me hace pensar de inmediato en la cenicienta. El jurel es un pescado cenicienta. Sin embargo, todavía la clase media tiene temor de llamarle jurel al jurel. Si no me creen pregunten.

martes, 9 de diciembre de 2008

Las imágenes de la violencia

Hace un buen tiempo que la televisión nos acostumbró a la visión de imágenes violentas. Son imágenes que, por lo menos, son mostradas en todos los noticiarios y, curiosamente, antes de la sección deportes. Alguien pensaría que se está intentando aumentar la testosterona del telespectador. Yo creo en esa paranoia. Estudios serios indican que grandes niveles de testosterona en la sangre implican mayor nivel de agresividad. De esta forma, el mayor nivel de testosterona se presenta en los delincuentes y el más bajo en los oficinistas. Los mismos estudios serios indican que la testosterona aumenta mucho cuando el telespectador ve un partido de fútbol o imágenes de violencia por la telepantalla. Hay mucha adrenalina también circulando en el cuerpo del telespectador.

Cuando digo que la televisión nos acostumbró a la violencia, estoy diciendo que nos volvió adictos al cóctel hormonal que trae aparejada la visión de la violencia. El ejemplo que cito se refiere a la “crónica roja” que nos alerta ante los delitos más horrendos que se suceden uno tras otro en nuestra pantalla. En la calle no ocurren con regularidad, bueno es decirlo. Pero el tele-adicto sale a la calle convencido de “que le va a pasar algo” y toda la testosterona que tenía frente a la tele se le reduce a cero porque sale cagado de susto. Anda saltón por la calle, por culpa de las leseras que ve por la tele. Eso salvo para los verdaderos delincuentes que se alimentan no solo de violencia televisiva sino también de violencia real. Una violencia real que han creado bajo la inspiración de la tele. Hace poco me todo hacer un viajecillo a un sector periférico de la ciudad de Santiago (Sin City, como le llaman algunos, otra inspiración “visual”). Me senté en el último asiento. Pronto comprendí que todos los que me rodeaban se dedicaban al delito como fuente de ingresos. Y sus comentarios eran espeluznantes. Decían cosas como “y si la vieja se pone cuática, sacamos una motosierra y le cortamos la mano, ¿te imaginai como saltaría la sangre? Ja ja ja”. Por supuesto, yo nunca he visto a un lanza cogoteando con una motosierra. Es más, una motosierra es un aparato bastante caro, difícil de manejar y no muy corriente. Salvo en la televisión, donde la motosierra fue el arma más impactante de “Alguien te mira”, la ultima pasta base que le tiraron a los teleadictos de chile.

Otro ejemplo, un poco más manoseado: en la Isla de Pascua no había delitos, ni uno solo, hasta que la televisión llegó a la isla. Por supuesto, los asaltantes pascuences eran bastante inofensivos, unos pocos tipos que se roban la plata de una panadería, cosas así. Pero eso motivó la construcción de la primera “cárcel” de la isla, porque la “delincuencia” había llegado. No hay que asustarse demasiado: la cárcel pascuence es tan inofensiva como sus delitos. Pero de todas maneras, sirve para entender que la génesis de mucha delincuencia es la idealización del delito, como una actividad emocionante, que te puede llevar a aparecer en pantalla. Un ejemplo clarísimo son las películas de vaqueros. ¿Qué niño no quiso ser un forajido después de ver una película del far west? ¿Qué niño no quiso asaltar la diligencia y partir con el oro hacia nuevo México? Por supuesto, todos los niños del mundo. A los “niños” de las poblaciones les pasa lo mismo: quieren ser pistoleros. Con la gran diferencia que tienen la posibilidad cierta de ser lograrlo.

¿Más imágenes de violencia? Están por todas partes. En los videojuegos, en el cine, en los reportajes, en el deporte, en Hollywood, en la guerra de Irak, en los apaleos de Birmania.
Por todo lo anterior, (una parrafada desordenada, sin duda) es absolutamente comprensible que un adolescente salga a la calle un 11 a disparar a aquello que es la imagen viva de la maldad sistémica: un paco. No es que se quiera matar al tipo, es decir, no hay representación mental de la muerte del tipo. Solo el placer de disparar a un grupo de verdes que se hallan rodeados e indefensos. Porque siendo honestos ¿alguien ha hecho noticia de lo indefensos que estaban los pacos esa noche? Con cascos de acrílico los mandaron a la calle, una idiotez, las balas los atraviesan sin ofrecer resistencia. Las imágenes de la violencia de esa noche (yo las vi por Mega) los mostraban con bastante cara de susto. El carabinero muerto, en particular (no quiero burlarme del tipo, pero si ser realista) era sin duda el más asustado, eso mostraba su cara. Estaba apartado del grupo, solo, y parapetado detrás de un bloque. Al parecer se había acobardado. No era para menos.

¿Y quien es responsable de todo lo que indico en mi parrafada desordenada?. Los bien pensantes le echan la culpa al poblador, como siempre. Pero los bien pensantes harían bien en mirarse al espejo.

lunes, 1 de diciembre de 2008

El arribismo y su traición fundamental

El arribismo se olvida de una cosa fundamental: del respeto por su pasado. Porque el arribista desea entrar como sea a una clase que no es la suya. A una clase que posee más poder. En ese camino debe, muchas veces o la mayor parte del tiempo, disfrazarse y fingir que posee los mismos odios que su nuevo “grupo”. Para no pasar desapercibido odia más que todos. Le ha perdido completamente el respeto a su pasado.

martes, 4 de noviembre de 2008

Los ghettos


Un ghetto es una porción dentro de una ciudad que sigue una vida paralela y casi “autogestionada” de tal forma que parece no depender demasiado del exterior. El ghetto es aislado y por eso mismo profesa “nacionalismos de ghetto” y “xenofobias de ghetto”. Ser parte del ghetto requiere ser parte de la protección del mismo cuando se siente amenazado. Las amenazas son constantes en los ghettos: es prácticamente el motivo de su aparición. El ghetto de Varsovia, por ejemplo, surgió cuando se dividió Varsovia, mediante un muro, entre la parte judía y la parte polaca. Otros ghettos famosos son las favelas de Brasil, como Santa Rosinha, (que últimamente ofrece tour a los turistas). O los barrios negros de Sudáfrica.

Una de las profecías que andan en el ambiente (profético) cada tanto es la aparición de ghettos dentro de la ciudad y que estos entrarán en constantes conflictos y guerras porque su aislamiento les llevará finalmente a un estado de xenofobia total. Algo de eso se vió en Chile a mediados de la noventa, con la aparición de este extraño fenómeno importando de los gringos que es la obsesión por la seguridad. Según varios autores esta obsesión tuvo su génesis con la aparición de la fundación Paz ciudadana. Esta fundación fue creada por Agustín Edwards luego del secuestro de su hijo. Rápidamente la fundación logró imponer su agenda y hacerla “transversal” incorporando elementos de la izquierda, como Bitar. Luego de eso vino Don Graf y la incorporación de la delincuencia como tema relevante en las noticias de todos los días. Las empresas de seguridad hacían su agosto. Los condominios floridanos construían murallas para defenderse de los vándalos de un vecindario indeseable. Por supuesto: tras las murallas algo de riqueza se escondía, por los menos los deseos de serlo. Tras las murallas de los condominios todos tenían automóviles y ropa de marca, pero también deudas. Afuera, en lo que había quedado fuera del condominio, se formaban tropas de jóvenes a la espera.

Este breve recorrido deja un dato no menor. Todo ghetto surge por la aparición de un muro. De esa forma, Berlín occidental era una isla capitalista en un país marxista. O el sector cristiano del Líbano. Actualmente hay algunos muros en construcción: la frontera entre USA y México o el muro que separa Palestina de Israel. En todos ellos hay una importante cuota de paranoia y obsesión por no mezclarse con el que aparece como diferente.

Como decía, en Chile los muros surgen también en esta idea del “condominio” cerrado con cámaras y guardias que mantiene protegido del exterior. Pero también hay otros ghettos sin muros reales. Es el caso de algunas emblemáticas poblaciones como La Legua, la Victoria o Villa Francia. Esas poblaciones tienen límites definidos, pero menos visibles. Todos saben cuales son los límites de La Legua. No es llegar y traspasar los límites para pasearse libremente por sus calles. Puede que no pase nada, pero a la larga alguna aventura ocurre.

lunes, 27 de octubre de 2008

Las palabras al verre

Existen innumeras palabras en los distintos “coas” del mundo. Hay que notar que el mundo está lleno de coas. Los ingleses tienen el suyo: el cockney, aparentemente un dialecto bien desarrollado. Los franceses, por su parte, tienen el argot. Según me han informado, los irlandeses tienen un bajo pueblo que habla un idioma extraído del gaélico, el idioma de los antiguos celtas que habitaban la zona antes de la invasión de los anglos y los sajones.

Hay muchas reglas de generación de palabras en esos dialectos. Uno de los recursos utilizados para comunicarse en estos idiomas es dar vuelta las palabras. Es un recurso que se me viene a la mente por sus implicancias religiosas: dar vuelta las palabras es una táctica del demonio. Lo maligno se expresa en las palabras al revés, como ocurre con las cintas de los grupos metaleros o como ocurría con el cassette de xuxa. Otro ejemplo: en la película “El exorcista” la muchacha hablaba en arameo al revés.

En el coa chileno se ven algunas palabras al revés. Por ejemplo, “el que te jedi”o el “broca cochi”. En el chavo, que es un retrato de una vecindad mexicana “pobre”, a veces el chavo o la chilindrina hablaban al revés. Me han contado que en francia, el argot también recurre al mismo artilugio. Estoy, por ahora, comprobando si el cockney también se vale de él.

Eso implicaría una curiosa relación: los coas no son solo dialectos para comunicarse. También lo son para esconder. Constituyen una clave para acceder a otros conocimientos. Un versado en coa no es cualquier sujeto: debe iniciarse en su uso y para eso debe demostrarse ante sus pares.

El idioma crea cultura, el coa también conduce a una determinada cultura. Eso dará para otro artículo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La lógica de la Invasión

En la lucha diaria (de los países) las cosas ocurren, muchas veces, debido a cuestiones que tienen que ver con la invasión. Algunos países invaden a otros. Y los países invadidos, por supuesto, no desaparecen del todo. Se quedan viviendo, o conviviendo, con el enemigo poderoso que fue capaz de quedarse con ese pedazo de tierra. Empieza a darse una forma de cohabitación que puede calificarse de dañina. Hay guerra de guerrillas a diario, y la guerra de guerrillas se nota en pequeños o grandes detalles dependiendo de cada región. Un lugar donde la invasión adquirió tintes un tanto crueles fue en Sudáfrica. Los blancos, los invasores, relegaron a los negros a una situación de semiesclavitud. El sistema implantado trataba de evitar “la cruza racial” a toda costa. Así de extremo era el temor de los blancos a perder el poder.

En Sudamérica se han adoptado formas más o menos solapadas de invasión dependiendo de las épocas históricas. En Chile, durante la colonia, se tenía un pueblo (los mapuches) que resistían férreamente al invasor. En las urbes, en tanto, el poder europeo era repartido entre los europeos. Los indios sometidos (de la zona central) rápidamente desaparecen y son reemplazados por los mestizos. Los mestizos en general no llegan al poder salvo que al blanco no le quede más opción. Rápidamente aparece una clase dirigente (al estilo europeo, constituida por funcionarios que habían pasado o una época en la península o en el virreinato) y una clase trabajadora que asume la carga de trabajo que requería el funcionamiento del sistema impuesto. Se ha hablado de la encomienda como un sistema feudal, aunque tiene algunos “toques” que le hacen una variedad diferente.

Toda sociedad que surge de una “lógica de invasión” tiende a la repartición del poder en términos raciales. Es lo que ocurrió luego de la invasión de los arios al norte de la india. El crudo sistema de castas, con los parias convertidos en intocables, proviene también de ella. En Bolivia también lo fue y “el primer presidente indio” que es Evo constituye un caso llamativo por eso mismo. En Chile, por su parte, no hay que ser muy suspicaz para notar que al abrir la sección economía y negocios de cualquier diario los apellidos no tienen nada que ver con el chileno promedio. Y el aspecto físico tampoco. Tampoco la estatura promedio de los poderosos del país tienen que ver con la del chileno promedio. Seamos directos: el que inicialmente fuera “el invasor de la nueva extremadura” se ha transformado, por las intrincadas marañas del proceso histórico, en un integrante de la clase dirigente. Los castellanos-vascos, los israelíes, ingleses, franceses, italianos, etc todos ellos tienen ahora el poder en Chile. En alguna época ellos no se consideraban chilenos: recuerdo un senador del periodo parlamentario que pretendía “vender todo” a alguna potencia europea para “comprar algo más chico en Europa”.

Vayamos ahora más abajo en el escalafón social. Los que están abajo son hijos de los invadidos. Por lo tanto es natural (desde un punto de vista de los procesos históricos) el sentimiento de revanchismo que surge. Y siempre dentro de los “de abajo”, dentro de los parias, surgen radicales que llevan a cabo la revancha. Por supuesto, el sistema tiene sus deseos, y dentro de ellos se encuentran “la estabilidad” y “la paz”. Los procesos violentos o radicales son reprimidos con dureza en aras de la paz.

Con esto no me refiero solamente al sujeto con formación política formal o semi formal. El delincuente común y corriente, el delincuente flaite, aquel que roba y se gasta lo obtenido en la farra, pues ese está diciendo “yo quiero eso que nadie me regala” o utilizando una expresión oída por allí: “no se gana como robando”.

martes, 2 de septiembre de 2008

Pasarse películas

La expresión “pasarse películas” es antigua. Se trata de una variante de esta otra: “pasarse rollos”. Eso de pasarse películas era una expresión flaite en los ochenta, incluso hasta mediados de los noventa. Pero resulta que el nuevo panelista de “Tolerancia Cero” (un piñerista de apellido Morandé) dice que “no hay que pasarse películas”. Es curioso como las expresiones flaites tienen, en Chile, una escalada rápida. Los flaites, por su parte, no gozan de la misma movilidad social. Ellos se quedan donde están y donde siempre estarán según indican los estudios acerca de la pobreza.

¿Qué significa pasarse películas? Tiene dos variantes. En una de ellas se indica que pasarse películas vendría a ser una especie de exceso de imaginación del sujeto, de tal forma que imagina cosas que “podrían suceder”. Si la imagen es demasiado florida y llena de detalles pues se trata de alguien que “se pasa películas”.

Pero hay otra acepción, que actualmente la utilizan los de más baja condición social, los que uno vendría a calificar de flaites “auténticos”. Se refiere a un exceso de imaginación pero asociada al poder. Por lo tanto el que se pasa películas sería un tipo que trata de abusar de otro, o trata de mostrarse superior al otro por algún mecanismo. Vendría a ser un análogo a “pasarse de listo” o “creerse muy vivo”. Para decirle a otro, de manera “chora”, que con él no se tiene futuro en los abusos se le dice “¡que te vení a pasarte películas conmigo!”, y con eso la discusión debería quedar medianamente zanjada.

Dentro de los personajes del hampa, o la del barrio, está uno que sobresale. Se trata del choro. Un sujeto que quiere mostrarse superior a todos a fuerza de utilizar expresiones (orales y gestuales) que intimiden. El choro, por lo tanto, se “pasa películas” con todos, pero si es un choro auténtico debería resultarle fácil este deseo de intimidar, y por lo tanto nadie se atrevería a decirle “¿qué te vení a pasarte películas conmigo?”. Ël que le diga eso al choro auténtico, pues a ese le va mal. Pero el choro parece ser un personaje en decadencia o en franca retirada.

miércoles, 20 de agosto de 2008

El Arribismo


Para surgir hay que mirar hacia arriba, dicen. Para surgir hay que olvidarse del entorno y tratar de lanzarse a la conquista. Para lanzarse a la conquista hay que ponerse el disfraz de lo que no se es. Hay que parecer un sujeto triunfador, dicen. Una opción para parecer triunfador es triunfar. La otra es disfrazarse de triunfador, para que los demás lo crean. ¿De qué sirve que los demás crean que uno es un triunfador? Se aplacan los conflictos internos. Ese es un beneficio. Los remordimientos de conciencia por no ser lo que quisimos. En mi opinión, es mucho mejor luchar por los sueños, aunque no se cumplan nunca. Pero no es fácil aceptar las derrotas. Hay algo peor: que no exista conciencia de que estamos derrotados.

El sistema “capitalista” (o como se llame el sistema) sabe de estas pequeñas frustraciones y derrotas del chileno promedio. Y crea un mercado bullente para todos estos triunfadores de pacotilla. Los expertos de la mercadotecnia tienen un nombre para referirse a ellos: se les llama los “aspiracionales”. Un eufemismo para “arribista”, sujeto que quiere llegar a una cumbre etérea de la que existe solo una imagen en su mente. Hay que ser francos con el aspiracional: puede que nunca sea capaz de representarse como es la vida de las élites. Puede que el aspiracional solo tenga ideas raras y equivocadas. No sé si existen encuestas sobre la imagen que los aspiracionales han construido de las elites. Pero doy un ejemplo: las elites tienen estudios universitarios, por eso el aspiracional también va a la universidad, aunque el puntaje no le alcance: para eso existe la variada oferta de universidades privadas que lucran con esos sueños. El aspiracional quiere ser profesional a toda costa. Pero es una ficción. En muchos casos solo logran acceder al “como si”. Viven “como si” todo fuera cierto. ¿Y qué pasa con el país? No necesita tantos profesionales.

Hay algo que el arribista detesta por sobre todas las cosas: su entorno natural. El fenómeno es análogo al ocurrido entre los judíos durante la segunda guerra: había judíos de primera y segunda categoría en los campos de concentración. Los más brutales en la tortura solían ser los guardias judíos cuya tarea era custodiar y castigar a los otros judíos, a los de segunda. De la misma forma el arribista es tremendamente agresivo con sus verdaderos pares y muy zalamero con “los de arriba”. Dentro de las agresiones a su entorno natural está su lenguaje despectivo: habla de “rotos”, “ordinarios” y, últimamente, flaites. “Piteate un flaite” es interpretable como una maniobra del arribismo que no solo pretende la burla sino que también la eliminación del entorno. El arribista deja de ser un roto para transformarse en un “aristócrata del barrio”. Cuando se aburre del feo barrio que le tocó vivir, se cambia a una comuna de bien donde debe extremar sus tácticas de simulación. Debe, también, aumentar sus deudas de manera descomunal.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La siguiente escena ocurrió en una escuela de Antofa


"Me da rabia que la gente pobre como ustedes ni siquiera aproveche...", dice a sus alumnos un profesor del liceo comercial "Jerardo Muñoz Campos" de Antofagasta mientras explica los beneficios del sistema de salud. Ante su afirmación, es interrumpido por una estudiante con un incrédulo "Yiaaaa".

En forma alterada, el docente le responde: "¿Por qué decís ya? Yo soy de clase media, si tú fuerai de clase media no seriai del tramo B en Fonasa, no seriai madre soltera, si fuerai de clase media estariai pagando por la educación".

Éstos son algunos de los epítetos que le profiere un profesor a su alumna en plena clase, de acuerdo a una grabación difundida por la radio local "Máxima FM" y enviada a los medios de comunicación por el senador y miembro de la Comisión de Educación, Carlos Cantero.

El diálogo se vuelve cada vez más tenso. Al ser refutado por la alumna, el docente le dice: "Sabís qué niñita, no tení' idea, no tení' educación, no tení' salud, le sacai plata al Estado, más encima tení' un hijo, te mantiene el Estado, si eso no es pobreza...".

En vista de sus afirmaciones, la menor le reprocha el sentirse superior a ellos, a lo que el profesor responde enérgico: "No me creo superior a ti, soy superior a ti, y lo peor de todo es que ni siquiera te dai cuenta de la condición miserable en la que estai".

Junto con encararle reiteradamente que la menor "vive del Estado", le reprocha que "no trabajai, yo de chico trabajo, me mantengo y mantengo a mi familia, a diferencia de tu persona, que en el fondo es una irresponsable de porquería".

Incluso le dice groserías en plena clase: "Te estoy hablando con la verdad y la verdad puta que te duele (...) Analízate cómo estai, ve si estai feliz, ve si tenís familia, ve si tenís respeto, ve si tenís una vida".

El diálogo termina en el llanto de la estudiante, que también es criticado por el profesor. "Y ahora solucionai todo llorando", le dice.

viernes, 1 de agosto de 2008

Los flaites del futuro, según un cuico del futuro


Al fin hemos prescindido de los pobres. Antes, eran ellos quienes fabricaban los zapatos, hacían el pan, plantaban la tierra, cuidaban el ganado. Las cosas han cambiado. Nos desarrollamos en tecnología, nos llenamos de robots. Son ellos quienes realizan las actividades que antes hacían los pobres. Los pobres se han ido quedando al margen, viviendo como carroñeros, utilizando como pueden los restos de nuestra tecnología. Un televisor inútil lo convierten en macetero, nuestras cáscaras las procesan para convertirlas en tierra, la ropa que desechamos ellos la usan largo tiempo, comen nuestros desperdicios.

No tienen territorio ni tampoco armas, como no sean rifles, palos y cuchillos. Nos temen, porque tenemos el misil, el láser y los ejércitos electrónicos que no mueren ni fallan. Los pobres rodean nuestra ciudad y eso no nos importa. Para llegar a nosotros hay que pasar barreras invisibles y miles de circuitos, tanto que la confusión los gana con facilidad. No es frecuente, pero a veces los pobres mas osados incursionan, entrando por el desagüe o los ductos de basura. Allí causan gran malestar. Roban y en el intento de huir muchos de ellos mueren atascados en la maquinaria. Hemos intentado explicarles con buenas palabras que no queremos hacerles daño, que no pongan en riesgo su vida, etc. No parecen comprendernos. Supongo que los pobres ignoran completamente nuestra vida. Son apenas capaces de visualizarla. Para nosotros es lo mismo: somos apenas capaces de imaginar la vida de los pobres. Al parecer han variado su idioma. Hace unos días un niño de la ciudad huyó a las afueras. Transcurrió un mes antes de ubicarlo y rescatarlo. Volvió llorando y hablando una lengua extraña. Ya no le importaba seguir nuestras reglas, ya no parecía un noble, empezó a cocinar su comida y a limpiar por sí mismo su cuerpo. Francamente no sabemos que hacer con él, su actitud se ha vuelto hostil. Algunos opinan que lo mejor es devolverlo a los pobres, otros piensan que sería inhumano. Que él se quede, sin embargo, nos pone en riesgo.

Nos desagradan los pobres, con sus músculos que le acercan tanto a la animalidad, con sus ritos funerarios, con sus enfermedades, con sus escupitajos. Evitamos el contacto físico con ellos. Nos pueden contagiar alguno de sus bichos. Tenemos suficientes antibióticos, es cierto, y no nos causarían la muerte. Pero tendríamos que soportar los sopores, desmayos, estornudos y demás incomodidades. La ciudad se volvería sucia, sería necesario pensar pañuelos para que la ciudad los fabrique. Al niño que huyó lo hemos encerrado en una jaula aséptica, vigilado y estudiado cuidadosamente. Al niño se le ha descubierto pensando colaboraciones para los pobres, entregando información, comida, armas. Tenemos miedo que en el futuro esta colaboración se vuelva mas activa, contagiando a otros.

No queremos el mal para los pobres. Sus dirigentes mas extremos nos acusan de eso. No es nuestra culpa. Ellos nunca quisieron aprender el manejo de los robots, nunca quisieron aprender, preferían estar corriendo o jugando, moviéndose al son de ritmos de moda, en vez de adaptarse a la vida que les ofrecíamos. Es lo que decimos siempre a sus dirigentes. Como estoy solo puedo ser sincero: fue mejor que eso no ocurriera. No había espacio ni recursos para tantos administradores de robots ni alimento para tantas bocas. Yo mismo lo he calculado muchas veces.

Los nobles somos unos cuantos elegidos y nuestra población se mantiene estable. No tenemos hijos, no envejecemos ni morimos. Nos dedicamos el día entero a hacer lo que se nos antoje, los jardines bonsái, el conocimiento personal, el ajedrez, la cábala. Si no queremos hacer nada, no hacemos nada, no necesitamos luchas ni ninguna clase de esfuerzo, basta con que algo lo pensemos para que la ciudad lo haga por nosotros. Somos felices, tenemos sexo y placeres en abundancia. Conservamos la moral del pueblo chileno, sus tradiciones, la verdadera ética. Somos los inteligentes, los hombres superiores. Es así como será todo, por siempre.

viernes, 25 de julio de 2008

Un flaite que escala socialmente y se transforma en accionista Mayoritario


Disculpen la molestia, señores pasajeros, me he subido a esta máquina con el permiso del señor conductor, para contarles mi caso. Yo era empresario de éxito. Lo tuve durante mucho tiempo. Partí con poco dinero, unos ahorros que invertí en la bolsa. El capital inicial lo conseguí vendiendo chocopanda en la Alameda. Tal vez ustedes mismos me vieron alguna vez trabajando en la locomoción. Al principio me miraron como a un bicho raro, cuando fui con mi caja de helados a la calle Nueva York, para hablar por primera vez con una oficina de corretajes. Tuve suerte. Junté mucho dinero, me compré ropa elegante, mejoré mi dicción con unos cursos que me dio un amigo avecindado en Apoquindo. Me convertí en el accionista mayoritario de Condimentos La Negrita, que con el tiempo se transformó en un holding, dedicado al lucrativo trafico de especias, con participación en muchos países del Asia. Inicié la construcción de mis oficinas centrales en Singapur. Allí mi aspecto de indio no era un defecto, sino un toque exótico.
La vida me sonreía, cambié a la Rosa por una modelo de Play Boy, cambié las pichangas de los domingos por el golf de los sábados. Yo sé que la gente puede desconfiar de lo que cuento, pero ando con la fotocopia de mis balances, mis declaraciones de renta, mis flujos de caja, junto con mi carnet de identidad. Adjunto pagarés reajustables en dólares, bonos neoyorquinos, el comprobante de mis inversiones en el sector eléctrico, fotografías junto a Onassis, a Rockefeller y a Clinton.

Pero vino la crisis asiática. El clima se volvió inestable en el lejano oriente y un huracán echó abajo mi edificio. Mi empresa quebró. En la bolsa, mis acciones cayeron estrepitosamente. Quedé en la calle, perseguido por mis acreedores, por la cana, la Interpol y los perros amaestrados. Me libré con préstamos y cheques a fecha. Ahora debo cubrir con urgencia esos cheques, no me queda mucho plazo. Es por eso que me he atrevido, con el permiso del señor conductor, a subirme a esta micro a pedirles una pequeña colaboración, como sea su voluntad.

martes, 22 de julio de 2008

Teleserie Flaite: Chiquillos de Chuchunco

I

La Meche, una morocha achinadita
y el Pancho, un chacarero chacotero,
echan chistes como chiquillos en su chalet de chuchunco
La meche chacharea echando mucho chamullo
El Pancho cacha de choclos, de lechuga
y de chunchules cachaba.
La Meche y el chacarero chochos con luchito
El luchito es su huacho chico

II

Como a las ocho el chacarero Pancho
Chato de la chacra, de las lechugas y los choclos
Marchó a su chalet
Chiflaba Charagua y cacha al luchito achacao
sin leche y sin chupete
De la meche, ni las chalas ni la chomba ni el echarpe ni el chal.
¡Pichi, pichi!, chillaba el luchito
¡Leche, leche!, chillaba como chancho
No cachaba mucho el chacarero.

III

La Meche cachaba al Nacho,
un choro chamullento y lacho
Chueco como la chépica
La Meche le echó chamullo y le echó cháchara una noche
El Nacho cachó a la morocha pechugona y pachanguera
Y le cuchicheó: Meche échate en la colcha.
Y echemos una cacha.
La Meche le echó champaña al Nacho,
la champaña le chorreo por el buche
El Nacho hinchó el pecho cuando le chuparon la pichula
Y la meche se echaba rush en el choro

IV

En el chalet el chacarero planchaba las pilchas del luchito.
La meche trasnochada y borracha de champaña
se echa al lecho
Y el chacarero escuchó el boche,
desenchufa la plancha
y casi le chanta un charchazo al caracho de la meche.
- ¡Pancho!, no sospechis de tu chiquilla
- No meche, mucho chamullo – y le remacha un charchazo.- echa tus pilchas en una mochila, huacha cachonda.
- No, pancho, no me echis a la noche, hay escarcha.
- No chilles Meche. Chao.
Y el pancho echa una cuchilla en la cartuchera
y marcha a la choza del nacho.
“Nacho conchetumadre”, cuchichea sin mucho boche.
Los muchachos de la cancha de Chuchunco
cacharon que se iban a charquear al Nacho.

jueves, 17 de julio de 2008

Modismos de origen Flaite: No estoy ni ahí

La expresión “no estoy ni ahí” es, actualmente, de amplio uso en todas las capas de la sociedad. Pero en una época era una expresión “de baja extracción”. La clase media se resistía a usarla y recuerdo que mi familia me la prohibió más de una vez. ¿Cuál es su significado? Todo el mundo lo sabe. Se refiere a que algo “no importa nada”. ¿Por qué se volvió una expresión tan exitosa?, ante todo debemos considerar que el pobre debe tener los nervios muy templados para poder sobrevivir. No puede estar desilusionándose cada cinco minutos por niñerías. La cantidad de desgracias y tragedias que le ocurren al pobre promedio es grande, por lo tanto, debe ser capaz de establecer un filtro de lo que ocurre en el mundo. ¿Qué la guagua tiene hambre o frío? Pues que se aguante. Ya sabemos que las guaguas de “clase media” son mucho más mimadas, al menos en lo que atañe a las necesidades básicas. Por lo tanto, para el pobre, el “no tomar en cuenta” las nimiedades de la vida cobra capital importancia. Decir “no importa” no basta para expresarlo. Se requieren nuevas expresiones. Es como el esquimal que tiene decenas de palabras para decir “nieve”. El es capaz de hallar todo un mundo de sutilezas en algo que al occidental o al hombre blanco le parece de una monotonía exasperante. De la misma forma, el pobre puede hallar todo un mundo de sutilezas en la desesperanza. No es lo mismo la desesperanza “por amor”, que la desesperanza porque falta comida o que haga frío o que los niños estén enfermos o la desesperanza por deudas, etc. Cada desesperanza, en principio, debiera tener si no una palabra, al menos una expresión que, debido a su unidad conceptual, viene a representar una palabra completa. Es curioso eso de “no estar ni ahí”. Se refiere a “no estar ni siquiera ahí”. Si tratáramos de hacer un análisis “literal” creeríamos que se refiere a una actitud no-empática con el otro: no estoy ni siquiera en condiciones de ponerme ahí, en el lugar en que estás tú, y eso significa “no importa”. Esa explicación no me convence. Más bien, me parece como muy probable que, en su origen, el modismo se acompañara de juntar los dedos indicando un tamaño bastante pequeño. Según eso, no estar “ni siquiera ahí” sería el equivalente a “me importa un comino”. Solo especulo, así que si alguien tiene otra teoría, mejor o peor, que avise.

lunes, 14 de julio de 2008

Territorio Snob: una crónica "sentimental"

Una de mis actividades es caminar. Es como que no me queda otra en las actuales circunstancias. Si quiero socializar con la gente, lo mejor es caminar. Mirar a los que van por la calle y sentir que, por un momento, los conozco a todos. Ya sabes como es eso. Los que lean esto casi seguro que ya lo habrán experimentado alguna vez.

Era un domingo como tantos. No recuerdo demasiado bien las circunstancias, lo mas seguro es que estuviera volado. Salí a la calle y caminé medio como un zombie, hasta el barrio Lastarria que, en el último tiempo, se me ha transformado en una especie de fetiche, si es que es posible traspasar características de objetos a trozos enteros de ciudad.

Me acordé de un amigo que trabaja en un “café literario” del lugar. Lo fui a ver. Se trataba de un local bastante afrancesado. Demasiado, tal vez. Con gente bien cuica haciendo cosas como conversar de arte, viajes exóticos y payasadas semejantes. Me fui directo al sector lectura. Mi amigo no estaba. Había otro tipo. Un chascón con aspecto no muy dado a la conversa. Leía con desesperación un libro, como si al otro día le fueran a tomar una interrogación oral. Así que me dediqué a la lectura también, y a beber un jugo.

Estuve bastante rato en ese ambiente refinado y al cabo de un rato yo mismo me sentía un burgués hecho y derecho. Pasé al baño y me miré en el espejo. Se me quitó de inmediato esa fantasía.

Cuando ya había leído mi cuota, salí a la calle. Caminé sin parar en dirección al centro. A medida que avanzaba la refinación era salpicada por puntitos de miseria y, finalmente, los puntitos crecían de tal manera que todo era segmento D y E, según CASEN. El peor de los momentos fue cuando, en una esquina, me tocó ver a un niño (no debe haber tenido mas de tres años) siendo asustado por unos pendejos de 10 o 12 años. La escena no era nada de agradable. Los pendejos simulaban pegarle patadas y luego se reían de él. Esas patadas iban dirigidas a su cara y se desviaban en el instante final, para terminar por golpear una cortina metálica. Tenían la tremenda bulla. Ponían al pendejo contra la muralla la cortina y continuaban el fusilamiento. El toque freak lo daba el maquillaje de los cabros más grandes: eran payasos de micro. Pensé en intervenir, pero se me adelantó un flaite. Eso para que no anden diciendo que los flaites merecen ser eliminados.

De pronto me acordé de los tipos que tomaban té con pastelitos en el café literario, con sus minitas rubias al lado. O esos viejos con aspecto de encumbradísimos e influyentes académicos. Seguro se imaginaban en una calle de París. Y luego tomarían sus cosas y partirían a sus casas en el mismo Lastarria, o en otro lugar, de mejor nivel aún, que implicaba viajar hacia arriba, hacia el sector ABC1, según CASEN. Pero jamás llegarían hasta San Antonio para ver esta escena. Después pensé que esa escena estaba reservada solo a mí, capaz de pasar de “disfrazado de burgués” a la realidad, capaz de cruzar esta especie de puerta. Después me acordé de ese programa de la tele “Bienvenida realidad”. Un programa que jamás va a mostrar la realidad tal como es. Y lo peor de todo: la gente pobre ve esos programas pensando que son problemas terribles e insolubles, y sufren por ellos, y quizá lloran, pero jamás se acordarán de sus propios problemas o los del vecino, que son infinitamente peores. Todo eso pensé hasta subirme a la micro que me llevaría a mi casa. La micro iba llena de gente “de escasos recursos” que trabajaba los domingos, cansados, tristes, apagados y cuya única felicidad era comprar un “cubanito” o una sustancia o un maní, cualquier cosa que fuera el símbolo de la felicidad.

miércoles, 9 de julio de 2008

El roto y el flaite

Es curiosa la analogía que existen entre estas dos palabras. Ambas se refieren a una cierta capa de nuestra población y que en ambos casos constituyen categorizaciones más o menos prejuiciosas de lo mismo: las capas populares de nuestra sociedad. Hacia el final del siglo XIX se empleaba en Chile la expresión “roto” para referirse a los miles de hombres comunes y corrientes que se habían enrolado sucesivamente en las guerras contra la confederación Perú-Boliviana y la Guerra del Pacífico. En aquella época el roto era un baluarte nacional, muchos le atribuyen al “roto” el triunfo en la guerra del pacífico. Tanto es así que se le construye una estatua en la Plaza Yungay, plaza cuyo nombre homenajea esta celebre batalla contra la confederación Perú –Boliviana. Sin duda que este homenaje llama la atención, el roto es el símbolo del pueblo, hacer una estatua al roto es como hacer una estatua al pueblo y es como hacer, al mismo tiempo una estatua a la esencia del chileno. Los anglosajones tienen un simil: la tumba del soldado desconocido. Con el correr de los años, la situación tuvo un giro completo: ya en la primera década del siglo 20 se consideraba que el roto era un sujeto carente de moral, costumbres y educación. Esto fue quedando registrado en el lenguaje, por lo demás. Hasta nuestros días, aunque ya es una palabra anticuada, roto significa ordinario.

El flaite, por su parte, en la época de finales del siglo XIX designaba a un vendedor ambulante, a un comerciante informal del mundo rural. En aquella época ser comerciante informal era lo usual. Como comenté en algún artículo anterior, muchas fortunas de este país surgen del comercio informal, es el caso particular de las fortunas de origen árabe. Al igual que con el concepto de roto el flaite se convierte, primero en un tipo de extracción popular y cuyas ocupaciones son robar y mendigar. Decirle a alguien que es un flaite es sinónimo de decirle que es un ladrón o por lo menos con pésimas costumbres. Por supuesto la categorización es también racial. El tipo de clase media, cuando ve a un sujeto de extracción popular, dado el escaso contacto que mantiene con los segmentos D y E, lo identifica de inmediato con un flaite, siendo que el tipo puede ser, por decir algo, un técnico o un obrero. El proceso de “estigmatización” que le llaman.

En Sicilia se ha dado un fenómeno parecido. Según Leonardo Sciascia, la palabra Mafioso designaba en un origen, al grupo de campesinos enrolados en el ejercito de Garibaldi durante la unificación italiana, a mediado del siglo XIX. Ya sabemos en que derivó el término.

Aquí llego a lo que a mí me parece capital en todas las historias de relaciones entre distintas capas de la sociedad: el desconocimiento que tiene una de la otra. El burgués, al declararse como tal, evita ciertas “juntas” y ciertas “relaciones”. Más aún las anula, de su lenguaje y de su esfera de conocimiento. Hay excepciones, por supuesto, pero de ellas hablaré en otra oportunidad.

martes, 1 de julio de 2008

Para amenizar: casi sin palabras

Entrevista realizada por Fernando Villegas, quien tuvo que rebajarse a hablar con un hombre corriente, a hacer un “vivencial”, un género periodístico bien nerd, que consiste en decirle a un tipo que no ha vivido ni una güeá : “anda a la calle a vivir”.

¿Está de acuerdo con el comportamiento de nuestros políticos?
Yo cacho que ...o sea...nosi... mmm...nosi...no poh, no na que ver, ¿cachai? No poh, niun brillo.

¿Existe dios?
Igual... ¡demás! o sea...tu cachai poh ¿ah? Demás igual, o sea yo cacho que no sé, yo cacho que igual de repente en una desas.

¿Cómo surgió el universo?
¿Ah? ¿en esa? Cha, la ondita...eris volao vo’ ¿ah?...la ondita... na que ver, la media volá, chia, la ondita.

¿Cree que el calentamiento global es irreversible?
Demás, ¿cachai? ...mmmm...¿me cachai? ¿ah?

¿Es chabacana nuestra televisión?
No si...¡Demás!... no sé poh, na que ver ¿ah? Niuna onda, na que ver o sea yo cacho que ¿porqué poh? ¿ah? Si na que ver ¿ah? ¡eeeeee! De repente igual.

martes, 24 de junio de 2008

La degradación del lenguaje

Ya se sabe (se comprueba todos los días) que los lenguajes no son estables. Evolucionan. Mutan, decaen, etc. La pregunta que quiero desarrollar es ¿se degradan los lenguajes? En términos estrictamente platónicos, el lenguaje es un objeto del mundo de las ideas, por lo tanto no puede decaer, al menos en esa teoría. Es como decir que la idea de triángulo puede degradarse con el tiempo. Pero el platonismo no es necesariamente la teoría correcta. O, para no ser tan lapidario, digamos mejor que se intentará indagar por otras sendas. Es obvio porqué: el platonismo da una respuesta demasiado trivial a la cuestión.

Se sabe también (es posible creerlo más bien) que el lenguaje es una actividad cuyo origen está en la mente del hombre. Y la mente del hombre tiene restricciones dadas por las leyes de la física. Una de las mas importantes restricciones tiene que ver con la segunda ley de la termodinámica: la entropía crece siempre lo que, en otras palabras, señala que todo proceso de irreversible. El proceso de almacenar una palabra en el cerebro (“la mente”, diría Maturana) es un proceso irreversible. Recordarlo para luego pronunciarlo también lo es. Es este origen irreversible lo que genera que, de una generación a otra, el lenguaje vaya mutando y cambiando en su uso, en su estructura y en la pronunciación de sus letras. Pero cabe señalar un hecho curioso: la degradación de un idioma (que no es más que un estado particular de la lengua) produce la desaparición de ese momento particular pero conduce a la aparición de otros. Y da la impresión que en la degradación hay, además, un proceso creativo. Hay una especie de “vuelta al caos” para, desde ese caos, generar (como en una sopa primordial) nuevas palabras. Sin duda que el proceso creativo y regenerativo requiere una cierta energía, un cierto gasto por parte de la comunidad de hablantes y hasta ahora el mecanismo más efectivo parece ser el traspaso de “lo hablado” a lo “signado” de manera gráfica. Un ejemplo relativamente claro se ve en el latín. Idioma que se “degradó” según la opinión de los hombres de la edad media, en idiomas de diversa índole, plagados de barbarismos: el habla de la hispania o las galias o el idioma de los dacios. Los intelectuales de la época no se resignaban a esta degradación y establecieron que el idioma que debía fijarse en papel era el latín. De esta manera se transformó en algo que no sufrió degradación, al menos en el papel, al nivel de los hablantes reales se transformó en una pieza de museo, al punto de que hoy no sabemos “exactamente” como se pronunciaba el latín. El renacimiento trajo el deseo de fijar los “latines degradados por los hablantes reales” (es decir, las lenguas nacionales) y empiezan a surgir las diversas literaturas europeas. Se trata de una evidente actitud constructiva, creadora, muy ajena a la imagen mental que se tiene de la degradación. Podemos recordar aquí casos más antiguos, degradados para siempre: el protoindoeuropeo jamás se fijó en papel y su verdadera vitalidad se ha perdido.

Puedo recordar aquí una observación de Saussure al respecto: No hay idioma más antiguo que otro, puesto que los idiomas son una completa continuidad y por lo tanto perviven de manera transformada. Esa continuidad no se contradice con una cierta degradación, al menos en términos sincrónicos: algunas formas de habla se hallan sin duda en un nivel más bajo que otras, en el sentido que son menos capaces de expresar ideas, mas limitados en su alcance. Distinto es el caso de pueblos que practican el uso constante del lenguaje, como lo fueron los españoles en el siglo de oro. Alguien dirá ¿no serán los pueblos los degradados? Yo respondería que si, y que la resultante degradación de la lengua es un síntoma de degradación de los pueblos. La disminución de vocablos por parte de algunos chilenos, respecto del número de palabras que pudiese manejar un profesional promedio, sería un indicador de esta degradación. Esta sería la situación del “pobre” o “de los segmentos C3, D y E” o, de manera más simple, del “flaite”.
Aunque es bueno recalcarlo: la categoría de flaite es simple, casi una palabra comodín, y su simpleza revela también la escasez de vocablos de quien la emite.

martes, 10 de junio de 2008

La real academia de la lengua flaite

La verdad es que los idiomas evolucionan. La verdad es que los españoles no dejan que los idiomas evolucionen. Porque si los dejan tranquilitos en su diacronía, los idiomas van a dejar de ser “español” para transformarse en una cosa gutural, demasiado contaminada por expresiones indias. ¡Que atroz! Por eso la RAE mantiene la tiranía y dicta los usos idiomáticos. Los profesores de “castellano” por su parte, totalmente concientizados por la maquinaria de lavado de cerebro que posee el departamento de lavado de cerebro de la RAE, no hacen más que inculcar a los cabros chicos que “hablen bien”. Lo que significa que “ustedes hablan mal, el idioma de su barrio está mal, la forma en que hablan sus padres está mal, y porque están mal los vamos a corregir. Porque nosotros estamos bien”. Pero lo que la RAE no se acuerda ( o prefiere no acordarse) que Cervantes, el creador del español moderno, era también un flaite y un ordinario que hablaba pésimo. Así hasta el infinito.

Lo único que queda es defenderse de tanto dictado del norte. Para hacerlo, que mejor que la fundación de la RAF: La real academia flaite. Una academia que realmente halla leído todo Saussure y no solo la empezada.

martes, 3 de junio de 2008

El Flaite

El flaite es un personaje que habita una zona un poco oscura de la conciencia del Santiaguino promedio. El santiaguino promedio piensa en un delincuente cuando piensa en un flaite. Un tipo que puede ser una pesadilla. Otros, más arribistas, convierten en sinónimos las palabras flaite y pobre. Pero la palabra, como todas las palabras en todos los idiomas, ha sufrido mutaciones con el paso de los tiempos. Las palabras, en ciertos sectores y ghettos de la ciudad de Santiago poseen una evolución muy rápida.

Según Hernán Millas, la palabra flaite proviene de la palabra “falte”, antigua, de mucho uso hasta la década del 20. El “falte” era una especie de vendedor ambulante que iba de pueblo en pueblo (en aquella época La Florida y Maipú eran pueblos rurales que quedaban “cerca” de Santiago) vendiendo de todo, es decir, “lo que falte”. A mi este hecho me parece asombroso. La palabra para designar a un tipo de vendedor ambulante pasó a ser la palabra para designar a un delincuente. ¿Son flaites o son faltes nuestros actuales vendedores ambulantes, los del bandejón? La respuesta es que en algunos casos con ambas cosas, pero no siempre. O más bien, casi nunca.

Otro dato curioso al respecto: muchas fortunas nacionales surgieron de manos “faltes”. Sobre todo las fortunas de origen palestino. Es decir, algunos millonarios tuvieron que sobrevivir, yendo de pueblo en pueblo, vendiendo objetos del estilo peinetas, hilo, agujas, novedades del año, juguetes pal regalón y demases. Cada tanto a los alcaldes les da por reprimir con dureza a los vendedores ambulantes o a los vendedores de las micros. Yo me pregunto por qué las fortunas de origen árabe no alzan la voz para defender un oficio fundacional dentro de sus clanes. Me estoy refiriendo a los Said, a los Hites, a los Hales, etc. Quizá quieran evitar un brusco aumento de millonarios que obligue a compartir el poder. No se me ocurre otra explicación ante esta falta de caballerosidad.

lunes, 26 de mayo de 2008

Ladrón

Dígame su cartera de una vez
ábrala hasta atrás para que el robo
Y corramos entre los autos esperando
Cuando vagar era libre entre la bulla

Pero para que gritan
Si yo corro y me esfumo y no reviso nada
Salto como puedo entre los escapes
Con sus humos interiores y qué sé yo
Cuando correr era libre por la alameda

Pero ya no sea tonta dígame su cadena
O la billetera por último, total corro
Y no me ubica nadie como no sea la tele
Cuando me incluye en un balance con puntos
Subiendo en la pantalla por la delincuencia
Aquí se sufre señora y usted grita
Repito aunque no quiera que aquí se sufre

Señora no se imagina tomando tinto
O fumando cosas tóxicas que desconectan la cara
Eso con decirle que entro en los negocios
Disparo cuando puedo o cuando quieran

Alguien dijo que soy parte del Apocalipsis
Que tengo una copa y una espada y soy enviado
Qué sé yo, todo por un poco de cosas que no tengo
Cuando veo la tele y se aparecen mundos
Allí me digo que cada cual elige
Y yo pido eso que nadie me regala.