miércoles, 9 de julio de 2008

El roto y el flaite

Es curiosa la analogía que existen entre estas dos palabras. Ambas se refieren a una cierta capa de nuestra población y que en ambos casos constituyen categorizaciones más o menos prejuiciosas de lo mismo: las capas populares de nuestra sociedad. Hacia el final del siglo XIX se empleaba en Chile la expresión “roto” para referirse a los miles de hombres comunes y corrientes que se habían enrolado sucesivamente en las guerras contra la confederación Perú-Boliviana y la Guerra del Pacífico. En aquella época el roto era un baluarte nacional, muchos le atribuyen al “roto” el triunfo en la guerra del pacífico. Tanto es así que se le construye una estatua en la Plaza Yungay, plaza cuyo nombre homenajea esta celebre batalla contra la confederación Perú –Boliviana. Sin duda que este homenaje llama la atención, el roto es el símbolo del pueblo, hacer una estatua al roto es como hacer una estatua al pueblo y es como hacer, al mismo tiempo una estatua a la esencia del chileno. Los anglosajones tienen un simil: la tumba del soldado desconocido. Con el correr de los años, la situación tuvo un giro completo: ya en la primera década del siglo 20 se consideraba que el roto era un sujeto carente de moral, costumbres y educación. Esto fue quedando registrado en el lenguaje, por lo demás. Hasta nuestros días, aunque ya es una palabra anticuada, roto significa ordinario.

El flaite, por su parte, en la época de finales del siglo XIX designaba a un vendedor ambulante, a un comerciante informal del mundo rural. En aquella época ser comerciante informal era lo usual. Como comenté en algún artículo anterior, muchas fortunas de este país surgen del comercio informal, es el caso particular de las fortunas de origen árabe. Al igual que con el concepto de roto el flaite se convierte, primero en un tipo de extracción popular y cuyas ocupaciones son robar y mendigar. Decirle a alguien que es un flaite es sinónimo de decirle que es un ladrón o por lo menos con pésimas costumbres. Por supuesto la categorización es también racial. El tipo de clase media, cuando ve a un sujeto de extracción popular, dado el escaso contacto que mantiene con los segmentos D y E, lo identifica de inmediato con un flaite, siendo que el tipo puede ser, por decir algo, un técnico o un obrero. El proceso de “estigmatización” que le llaman.

En Sicilia se ha dado un fenómeno parecido. Según Leonardo Sciascia, la palabra Mafioso designaba en un origen, al grupo de campesinos enrolados en el ejercito de Garibaldi durante la unificación italiana, a mediado del siglo XIX. Ya sabemos en que derivó el término.

Aquí llego a lo que a mí me parece capital en todas las historias de relaciones entre distintas capas de la sociedad: el desconocimiento que tiene una de la otra. El burgués, al declararse como tal, evita ciertas “juntas” y ciertas “relaciones”. Más aún las anula, de su lenguaje y de su esfera de conocimiento. Hay excepciones, por supuesto, pero de ellas hablaré en otra oportunidad.

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