viernes, 1 de agosto de 2008

Los flaites del futuro, según un cuico del futuro


Al fin hemos prescindido de los pobres. Antes, eran ellos quienes fabricaban los zapatos, hacían el pan, plantaban la tierra, cuidaban el ganado. Las cosas han cambiado. Nos desarrollamos en tecnología, nos llenamos de robots. Son ellos quienes realizan las actividades que antes hacían los pobres. Los pobres se han ido quedando al margen, viviendo como carroñeros, utilizando como pueden los restos de nuestra tecnología. Un televisor inútil lo convierten en macetero, nuestras cáscaras las procesan para convertirlas en tierra, la ropa que desechamos ellos la usan largo tiempo, comen nuestros desperdicios.

No tienen territorio ni tampoco armas, como no sean rifles, palos y cuchillos. Nos temen, porque tenemos el misil, el láser y los ejércitos electrónicos que no mueren ni fallan. Los pobres rodean nuestra ciudad y eso no nos importa. Para llegar a nosotros hay que pasar barreras invisibles y miles de circuitos, tanto que la confusión los gana con facilidad. No es frecuente, pero a veces los pobres mas osados incursionan, entrando por el desagüe o los ductos de basura. Allí causan gran malestar. Roban y en el intento de huir muchos de ellos mueren atascados en la maquinaria. Hemos intentado explicarles con buenas palabras que no queremos hacerles daño, que no pongan en riesgo su vida, etc. No parecen comprendernos. Supongo que los pobres ignoran completamente nuestra vida. Son apenas capaces de visualizarla. Para nosotros es lo mismo: somos apenas capaces de imaginar la vida de los pobres. Al parecer han variado su idioma. Hace unos días un niño de la ciudad huyó a las afueras. Transcurrió un mes antes de ubicarlo y rescatarlo. Volvió llorando y hablando una lengua extraña. Ya no le importaba seguir nuestras reglas, ya no parecía un noble, empezó a cocinar su comida y a limpiar por sí mismo su cuerpo. Francamente no sabemos que hacer con él, su actitud se ha vuelto hostil. Algunos opinan que lo mejor es devolverlo a los pobres, otros piensan que sería inhumano. Que él se quede, sin embargo, nos pone en riesgo.

Nos desagradan los pobres, con sus músculos que le acercan tanto a la animalidad, con sus ritos funerarios, con sus enfermedades, con sus escupitajos. Evitamos el contacto físico con ellos. Nos pueden contagiar alguno de sus bichos. Tenemos suficientes antibióticos, es cierto, y no nos causarían la muerte. Pero tendríamos que soportar los sopores, desmayos, estornudos y demás incomodidades. La ciudad se volvería sucia, sería necesario pensar pañuelos para que la ciudad los fabrique. Al niño que huyó lo hemos encerrado en una jaula aséptica, vigilado y estudiado cuidadosamente. Al niño se le ha descubierto pensando colaboraciones para los pobres, entregando información, comida, armas. Tenemos miedo que en el futuro esta colaboración se vuelva mas activa, contagiando a otros.

No queremos el mal para los pobres. Sus dirigentes mas extremos nos acusan de eso. No es nuestra culpa. Ellos nunca quisieron aprender el manejo de los robots, nunca quisieron aprender, preferían estar corriendo o jugando, moviéndose al son de ritmos de moda, en vez de adaptarse a la vida que les ofrecíamos. Es lo que decimos siempre a sus dirigentes. Como estoy solo puedo ser sincero: fue mejor que eso no ocurriera. No había espacio ni recursos para tantos administradores de robots ni alimento para tantas bocas. Yo mismo lo he calculado muchas veces.

Los nobles somos unos cuantos elegidos y nuestra población se mantiene estable. No tenemos hijos, no envejecemos ni morimos. Nos dedicamos el día entero a hacer lo que se nos antoje, los jardines bonsái, el conocimiento personal, el ajedrez, la cábala. Si no queremos hacer nada, no hacemos nada, no necesitamos luchas ni ninguna clase de esfuerzo, basta con que algo lo pensemos para que la ciudad lo haga por nosotros. Somos felices, tenemos sexo y placeres en abundancia. Conservamos la moral del pueblo chileno, sus tradiciones, la verdadera ética. Somos los inteligentes, los hombres superiores. Es así como será todo, por siempre.

2 comentarios:

lali dijo...

Buena la sátira, y no esta muy lejana de la realidad, por desgracia.

Ricardo Chamorro dijo...

Si, bueno, tenía un poco de temor que no se notara que edra sátira. En un revista me la rechazaron porque "no publicaban propaganda fascista". Ja